
ADÚLTERA, PERO MENOS
Casarme con
Juanma, tras dos meses de noviazgo, fue un arrebato del que al principio me
arrepentí muchísimo. En las primeras semanas experimenté todas las
extravagancias y cambios repentinos que un cerebro privilegiado pueda
imaginarse. Lo mismo lloraba sumido desesperadamente que al rato me cogía por
la cintura y danzaba conmigo al ritmo de un vals maravilloso. Igual gritaba
desaforado o no le salía la voz del cuerpo. No podía soportarlo porque no sabía
a qué atenerme.
Ante la
disyuntiva de dejarle o de intentar comprenderle, me decanté por esto último,
pues en realidad estaba enamorada y decidí luchar por que lo nuestro
funcionase. Conforme fui investigando su enfermedad, conocida como trastorno de
personalidad disociativo, iba llegando más diáfanamente a la conclusión de que
con él no cabía una vida rutinaria y monótona, al contrario: He llegado a
descubrir hasta siete tipos viviendo dentro de él y he sido capaz de sacar lo
mejor de cada uno de ellos. Con el trato diario sé anticiparme a sus
personalidades y ya las reconozco segundos antes de que se manifiesten.
Es un
precioso juego de seducción con el que disfruto de siete amantes distintos sin
engañar a mi marido.