IGLESIA DE SAN PABLO DE ÚBEDA

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Iglesia de San Pablo (ÚBEDA)

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jueves, 22 de junio de 2023

PREMIO DE POESÍA EN ALHAMA DE GRANADA

 

Mi poema 

"TANGO PARA LETRA" 

ha sido distiguido con el premio de poesía "CIUDAD DE ALHAMA" 

en la localidad granadina. 

Se hacen públicos los ganadores del LIX Certamen literario “Ciudad de Alhama"
Tras reunión mantenida el pasado 13 de junio por los miembros del jurado calificador del LIX Certamen literario “Ciudad de Alhama”, se hacen públicos los ganadores de la presente edición en el acta que a continuación se trascribe:
En la ciudad de Alhama de Granada, siendo las 13 horas del día 12 de Junio de 2022, se reúnen en el IES de Alhama de Granada el Jurado calificador del LIX Certamen Literario “Ciudad de Alhama” convocado y organizado por la Biblioteca Municipal.
El Jurado compuesto por los siguientes Miembros:
PRESIDENTE:
JUAN CALDERÓN RIVERA, CONCEJAL DE CULTURA DEL AYUNTAMIENTO DE ALHAMA DE GRANADA.
MIEMBROS:
CRISTINA PRIETO PÉREZ, Vicedirectora del IES Alhama.
MARÍA DOLORES SÁEZ MARTÍNEZ , Profesora de Educación Secundaria de Lengua Castellana y Literatura del IES Alhama.
MARÍA PÉREZ VALVERDE , Profesora de Educación Secundaria de Lengua Castellana y Literatura.
LORENA JIMÉNEZ JUSTICIA, Profesora de Lenguas Clásicas
Y MARI PAZ GARCÍA PRADOS , Bibliotecaria en calidad de Secretaria,
Tras larga deliberación deciden dar los siguientes premios:
PREMIO DE POESÍA
Autor: ESTEBAN TORRES SAGRA
Título: Tango para letra
Pseudónimo: Eros
Diploma de Honor y 500 Euros
Los premios Tema Alhameño, Comarcal Juvenil y Comarcal de Género quedan desiertos.
La entrega de premios está prevista para el 14 de julio, coincidiendo con la presentación del libro La bruma que apacigua la memoria.

viernes, 2 de junio de 2023

PREMIO DE POESÍA EN ANDÚJAR

 


Mi poema 

"HISTORIA DE UNA MANCHA" 

ha obtenido el 

SEGUNDO PREMIO 

"PABLO ALCALDE HIGUERAS" 

en Andújar (Jaén).

Espero que os guste.

HISTORIA DE UNA MANCHA

                                                           

                       

Crecen por mi pana meteoros de sombra

porque a veces la aceituna revienta como un bicho

con las tripas berenjena

y mancha con su sangre las estrías del silencio; 

pero aún más los surcos de la pana

con una pringue espesa que no puede explicarse

sin profanar algún enigma. 

 

Y mi madre lava sin parar aquel aceite 

que nunca será aceite,

junto a sábanas y calcetines condenados al trasiego,

y se acuerda de las veces que la llevaron

a limpiar en la criba los tallos del lienzo

y el daño que le hacían las piedras al chocar

con sus dedos infantiles.

Y parece acariciar con su lengua azucarada

manjares de leyenda

-que los sueños sueños son y los recuerdos van y vienen-

en esa media hora del almuerzo

en la que todo le sabía a descubrimiento

y las primeras miradas de mi padre,

observándola en cuclillas,

le pusieron a hervir el puchero dormido 

que ocultaba en su refajo.

Luego me cuenta la historia de su beso

-o como quiera que se llame aquel roce furtivo-

a la vera de un olivo centenario,

en esta, su amada tierra nativa 

que no cambiaría por ningún otro sitio,

mientras restriega los vestigios en la tela

con un trozo cuadrado de jabón

y en el vitral de sus ojos recompone

la escena de un muchacho, 

hosco ademán y barba híspida,

que nunca fue muy diestro en el arte del ósculo  

y mucho menos por entonces.

Luego me cambio el pantalón y regreso a mi faena

antes que el arrebol incendie los olivos

con su pátina de ámbar. Me gusta mirar 

los árboles desfilar al tresbolillo

y pararme a tronchar del todo alguna rama 

que poco a poco se seca, rompe la monogamia del color

y ensucia la perspectiva con su hondo presagio.

 

Si miro atrás, el sosiego se enarbola:

una paz de milenios entumece la carne

cuando el sol se arrebuja a mi espalda 

y hace que me sienta el portavoz de una estirpe

de nobles campesinos por más de mil años.

 

Hacia poniente, el pueblo se dibuja, 

perlado de luces, en entrañable cromo: 

allí me espera el hogar, la esperanza, el amor,

la gente que discrimina mis mismos olores

y huele a barbecho cuando se queda dormida; 

y conoce cómo vadear, cuando vienen crecidos, 

los virulentos arroyos de agua escarlata; 

la que sabe cómo se prende una lumbre entre olivos

sin chamuscar las costeras, según sople el aire;

la que liba mi mismo AOVE temprano

en una tostada con ajo, y disfruta, como yo, 

al derretirse el relente sin quemar los rebrotes;

la que amontona pestugas en el centro del hilo

como haces paralelos que llevar a sus cabras,

la que nunca se enfada porque llueva mucho

y sólo teme a la lluvia si viene preñada 

con relámpagos de esos que iluminan la noche;

gente que ama sin haber oído nunca la palabra libido

y a veces se mancha con las tripas berenjena

de un bicho con forma de aceituna 

los pantalones de pana

cuando acude a un romántico encuentro,

a la sombra de un álabe, 

con una compañía misteriosa 

a quien el híspido roce de sus labios le parece 

el mejor de los besos.

SEGUNDO PREMIO DE RELATO EN MADRID


 


Desde el Colegio Oficial de Farmacéuticos de Madrid (COFM) tenemos el placer de comunicarte que tu relato, titulado 

La extraña pareja” 

ha resultado el ganador del segundo premio (500 euros) del concurso promovido por el COFM, con motivo de su 125 aniversario, y en el que han participado 267 trabajos.

 

En la votación popular se han emitido 754 votos y tu relato ha obtenido 252, por lo que te damos la enhorabuena.

 

Próximamente comunicaremos los resultados finales a todos los colegiados, por lo que te pedimos que, hasta ese momento, mantengas la confidencialidad del resultado. La entrega del premio se llevará a cabo en un acto del que se informará más adelante.

 

Agradeciendo tu atención, recibe un cordial saludo.


LA EXTRAÑA PAREJA

                                                            PSEUDÓNIMO: WALTER

 

 

El viejo boticario y el médico, quinto suyo, ¡qué pareja!: toda una vida compartiendo pueblo, a menos de cincuenta metros la farmacia y la consulta. Una amistad de enemigos acérrimos o una enemistad de amigos inseparables, según se mire. Los Jack Lemmon y Walter Matthau de Villavieja.  Desde niños compañeros de juegos y rivalidades, peleas y reconciliaciones. Porfiaron por la misma mujer casi al mismo tiempo en época de mocedad, aunque ninguno de los dos consiguió sus plácemes en favor de un veterinario recién llegado, mucho más del agrado femenino que aquellos dos viejóvenes de tan rancia estirpe.

Estudiaron en idéntica Universidad carreras complementarias y volvieron al pueblo a ejercer, uno sustituyendo a su padre, el doctor, y el otro quedándose con la vieja botica de su abuela. Y formaban un tándem prodigioso, un tira y afloja continuo en todos los ámbitos, tanto en política, como en influencia social, donde cada uno tenía sus acólitos, e incluso en su pasión futbolera: en merengue y azulgrana revestidos sus respectivos corazones.

Llegaron a pugnar como candidatos en unas elecciones municipales, pero un tercero en disputa al final se llevó el gato al agua, sí, el veterinario, quien -a pesar de ser forastero- estaba muy bien considerado tras casarse con aquella mujer que fuese oscuro objeto de deseo.   

Lo que sí llevaban a gala, y en ello se mostraron siempre irreprochables y dignos de distinción, era en el combate contra las enfermedades y en la prevención de las epidemias. Sin contacto, se complementaban y formaban un equipo sanitario único que mantenía por debajo de la media provincial, muy por debajo, los índices de cualquier incidencia infecciosa. Debía ser el pueblo de la región con mayor longevidad, y ello sin duda era mérito conjunto, cada cuál en su ámbito respectivo, pues si un galeno es fundamental en la lucha contra los gérmenes, no lo es menos el farmacéutico en ese contacto diario con los vecinos y su asesoramiento en la dispensación de fármacos.

Ambos quedaron sin emparejar porque actuaban un poco como el perro del hortelano: se estorbaban, se ponían zancadillas, se imposibilitaban la vida y siempre terminaban por aburrir a la damisela en cuestión con sus chiquillerías continuas.

Les cuento la última: desde hace meses el médico ha empeorado ostensiblemente su letra, mala de por sí desde que estudiaba, y lo ha hecho adrede, lanzando así un órdago a la hermenéutica del boticario, quien -sin haber cruzado palabra- ha comprendido el juego enseguida y ha aceptado el envite. La mayoría de las recetas son intuidas más que interpretadas, pero a ambos les divierten sobre manera estos retos silenciosos y absurdos.

Y así han estado hasta hoy mismo, cuando ha llegado doña Filo con una nota manuscrita con la caligrafía del doctor, para entregársela al de la copa de Higea con la serpiente. Nadie podía leer lo escrito, ni intuirlo si quiera; pero él farmacéutico ha salido como una bala, aun sabiendo que no iba a llegar a tiempo para salvar a su amigo.