IGLESIA DE SAN PABLO DE ÚBEDA

IGLESIA DE SAN PABLO DE ÚBEDA
Iglesia de San Pablo (ÚBEDA)

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miércoles, 30 de septiembre de 2020

PREMIO DE MICRORRELATO

Ganadores del concurso Microrrelatos Contra el Desperdicio

AECOC  lanzó el pasado mes de julio la VI Lluvia de Ideas AECOC contra el Desperdicio Alimentario, el conocido concurso anual enmarcado en su campaña ‘La alimentación no tiene desperdicio’ y patrocinado por Carrefour que anima a los consumidores a exprimir su creatividad para poner en relieve el valor de los alimentos y el rechazo a su desaprovechamiento. El concurso de este año ha recopilado más de 500 microrrelatos contra el desperdicio alimentario de un máximo de 150 palabras. Participantes de todo el país han sacado su espíritu literario y creativo para contar grandes historias en pocas palabras.

Hoy, en el 8º Punto de Encuentro Contra el Desperdicio Alimentario, el Jurado ha elegido el microrrelato ganador y el segundo clasificado, llevándose como premio un cheque regalo Carrefour valorado en 500€ y 250€ respectivamente. Estos son los microrrelatos ganadores. ¡Enhorabuena!

 

  • «La nochebuena del solsticio», por Esteban Torres (Microrrelato ganador)

Mamá, con ese discurso convincente que la caracteriza desde que nació, ha logrado involucrarnos a todos en su idea de celebrar la Navidad el 23 de junio. “La nochebuena del solsticio” -dice. ¿Sus motivos? Muchos y variopintos: que si hay que innovar, que las tradiciones familiares comienzan así, que en realidad no queda demostrado que Jesús naciera en diciembre, etc. Magnífico el pavo y los aperitivos que lo han antecedido. Y luego los turrones y las peladillas para rematar la calurosa velada. Pero a mí, que no se me escapa detalle de su proceder y llevo un rato dándole vueltas a esta ocurrencia suya, se me ha ocurrido ir a la cocina y rebuscar en la basura. Así he descubierto su verdadera razón para adelantar las navidades: el turrón caducaba a finales del mes y ella, desde que la conozco, siempre ha sido incapaz de desperdiciar nada.

 

  • «Sin tallas no hay paraíso», por David García (segundo clasificado)

Era muy elegante, vestía muy raro, piel oscura y mirada limpia. Si hubiera sido mayor hubiera pensado en la reina de algún lejano país. Entró al restaurante se sentó y pidió amablemente. Nadie la entendió. Llamamos al cocinero. -“Quiere una 18 de estofado de carne y una 4 de cerveza”. Fruncimos los ceños extrañados. “La princesa” sonreía. Terminamos comprendiendo que se refería a las tallas de la comida y bebida. Le explicamos que no conocíamos restaurante ni lugar alguno con tallas de comida. Reflexionó y gravemente preguntó cuántas personas habitaban España. Incrédulos sus ojos refulgieron y pude ver en ellos como en un cine; bosques inmensos plagados de animales, ríos de agua cristalina, miles de pájaros en el cielo. Finalmente atravesó su mirada lo que había visto hasta llegar al restaurante: cemento, humo, gente estresada, miradas ausentes. Lo comprendió todo, su mirada entristeció. Sus ojos brillaban. Yo también comprendí.

viernes, 11 de septiembre de 2020

SENDOS SEGUNDOS PREMIOS DE RELATO Y DE POESÍA UNIVERSIDAD DE JAÉN


 


Me acaban de comunicar la obtención de los dos segundos premios, tanto en relato como en poesía con  
"ARIAL VERSUS TIMES NEW ROMAN"  
y 
"EL DÍA QUE MURIÓ B.B."  
respectivamente.

 

EL DÍA QUE MURIÓ B.B. 

             

Para esto has quedado,
para cobijar la duda eterna
en un retrato a carboncillo;
para que te llame andrógina
al esbozar tu semblanza
cualquier periodista;
para certificar que la crónica
no se puede reducir estrictamente
a un conjunto de quistes y biopsias,
a un átomo de pírrica esperanza
que establece su hábitat en lo profundo
y que al final sucumbe, como un árbol,
con palabras sin matices
en el confín de una entelequia,
en la lectura prohibida
de unos dedos sin voltaje.

O sobre la pleura,
a lo mejor sobre tu pleura
instala el invierno sus branquias milenarias
y por ellas te sangra la brisa muerta,
la brisa fósil que se cuela,
insoportable y furtiva,
como un narval esquizofrénico,
entre las últimas sacudidas
de tus labios promiscuos.

Para amar sin cimientos,
para eso has quedado.
Para amar sin perlas de detergente
debajo de tu lengua mesetaria,
por si acaso la mentira no se borra,
por si acaso te produjera sonrojos la ira
o sembrase pústulas de grasa, o caries, o hematíes,
allí donde no llega
la anatomía de un hombre.

Para curar las palabras heridas
que bombardean tu entusiasmo
cuando nadie examina entre tus piernas
los ganglios del amanecer.

Para esto, para escribir que el Gólgota
está en cualquier sitio donde mires
y que los mecánicos te llaman
todos los domingos por teléfono
desde un taller inexistente
para susurrarte obscenidades
que sólo dicen los mecánicos.

Para aprender el oficio de las musas  
y cómo ser ambiciosa sin desagradar,
cuando suena el clarín del último disparo
en tus oídos rampantes,
en tus párpados de brea,
ágil para algunas conjeturas
en las que está bien visto
el desnudo integral de Campanilla,
tu alter ego desde siempre.

Para glosar la mímesis de los camaleones
y escribir que los dálmatas
han desaparecido de repente
en los cuentos infantiles.


Tú, que nada entiendes de agonías,
ni de memorias de pájaros,
describes, no obstante,
el tiempo sin palabras por megafonía
y exhortas verdades absolutas
al lobo que caza por tu pecho,
porque ya nadie sabe dónde se oculta
el cánido salvaje de la muerte
con la certeza antigua de los rabadanes.

Eres la que nunca se equivoca
contando los racimos del futuro
y eso que dejaste muy temprano
de estudiar las cábalas
donde macera la inquietud
sus hormonas viscerales.
Bebes agua como si fuese viento
e incorporas la lluvia a tu festín
de hipotenusas que se secan.
Por eso lloras cuando nadie está pendiente
y deseas que el musgo agarre
en las cordilleras de tus muslos infinitos
para olvidarte de regarlas.

Te sientes violada en el lecho de las nubes,
engañada por la vida y sus promesas fáciles,
sola en el sofá,
instalando en tus manos
la penúltima versión del sinsentido,
a horcajadas del tiempo, a horcajadas...
recontando los anillos de los dioses,
esperando que escampe la lluvia insensata
para ir a comprar tu pan de cada día
antes de volver a la tierra para siempre.


jueves, 3 de septiembre de 2020

miércoles, 2 de septiembre de 2020

SEGUNDO PREMIO DE POESÍA EN ALACUÁS


 El poema que transcribo a continuación ha obtenido el segundo premio en el certamen MARE DE DÉU DE L'OLIVAR, modalidad B.



BALADA DEL SETENTA Y CINCO

 

 

 

Nunca olvidaré las acequias de mi infancia

en el descampado que había detrás de mi piso:

corrientes que inundaban madrigueras de ratas 

entre carriles de azada y de rastrojos

y nos dejaban sin fútbol unas horas

para regar a mansalva los naranjos

y los huertos del camino a Xirivella.

 

Venas secas que despertaban al dictado

de un turno incomprensible para un niño

hasta reventar de agua aquellos cauces,

perennemente secos hasta entonces,

como venas excavadas en el páramo.

 

Ni las tardes en que rompíamos la monotonía

haciendo cola cuando estrenaban

alguna de Tarzán, el hombre mono,

o para ver pelearse a dos romanos

en el cine Hercumar, enfrente de mi escuela.

 

Ni las noches de estrellas, orientados a levante

para vislumbrar el castillo de pólvora

el día de San José, mirando a Valencia

por encima de los edificios y las luces,

sobre tejados convertidos en terraza

en una finca de las afueras de Alaquàs.

 

Nunca olvidaré los primeros escarceos con la vida

para un andaluz emigrante de once años, 

los amigos que dejé y los que pude hacer,

las clases de guitarra que no di 

para disgusto de mis padres,

el susto de mi hermano al cruzar la avenida,

las escapadas algún sábado al Vedat,

los partidos de frontón en la azotea,

y ese olor que se pega a los recuerdos

con retazos de humo y azahar;

o las clases de don Francisco Lerma,

de quien yo era su alumno favorito…

 

Todo bien mezclado con carencias y con ansias

de hacerme mayor, sin yo saberlo,

para soñar con las acequias de mi infancia 

dormido en las entrañas de otra tierra.