IGLESIA DE SAN PABLO DE ÚBEDA

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Iglesia de San Pablo (ÚBEDA)

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miércoles, 2 de mayo de 2018

POEMA PREMIADO EN INIESTA

A continuación reproduzco el poema titulado "CUIDADO CON LO QUE DESEAS" galardonado con el primer premio del 
XXVIII CERTAMEN DE POESÍA 
"VILLA DE INIESTA".

CUIDADO CON LO QUE DESEAS

                                                                                                         

                                                                               
Siempre hay un ministerio,
un despacho recóndito en una galería interminable de pasillos,
al final de un laberinto sin señales;
una oficina de atención al público en un edificio obsoleto
-en esto se igualan las monarquías con las repúblicas
y empatan las dictaduras con las democracias-
donde solicitar un árbol, una deforestación, una poda, un escarmiento…
la concesión administrativa del romanticismo o la piedad,
permiso para construir un balneario en la azotea de una casa
o autorizaciones para abrir zanjas al despecho;
empedrar los carriles por los que pasea la desnudez núbil
o instalar depósitos de cristal inoxidable
donde desagüe la envidia el licor que recoge;
rastrillar barro -simple barro, arcilla vulgar, tierra dúctil-
esa substancia emérita con la que moldean sus sueños
las gentes que se obstinan en burlar la existencia
a golpes de espátula o pedaladas de torno.
Siempre hay una ventanilla adonde van los idealistas
en  países que apuran su gama de acuarelas cada tarde
e invitan a café a los foráneos,
para registrar el argumento de alguna fantasía ingobernable
o la fórmula secreta de un sentimiento sin patente.
Se accede tras una larga espera –desayuno y otros imponderables-
a un funcionario de segunda que archiva despacio sus musarañas
y te requiere una póliza,
y te exige fotocopias compulsadas de tu alijo,
hasta que descuelga un sello de su metálica estructura,
catenaria nimia heredada de otras épocas,
y por fin estampa el caucho, con indisimulada ira,
en la frente de tu folio.
Y ya está.
Ya sólo resta esperar las firmas oportunas
que aceleren o retarden el proceso administrativo,
los vistos buenos de la jerarquía
-y pueden pasar muchos meses de silencio burocrático-
las decisiones que aprueben lo que pides
para que te sientas confortado y recuperes
el gusanillo rojo de todo autodidacta.

Morirán más de cien días,
manará en los pozos clausurados agua joven,
la noche parirá cañaverales rubios en charcos relucientes
y esparcirá su sombra en las espigas hasta quedar hecha jirones;
se derretirán las velas en la iglesia que frecuentas,
ebrias de amarillo,
canjearán cromos de la nueva temporada los niños caprichosos,
y hasta el amor puede bendecirte en una esquina
o en una calle llena de autobuses -¡escúchame bien, el amor!,-
en el momento que menos te lo esperes,
mientras pasan borrascas desabridas y tediosas
sin guión, sin esperanza, sin resumen,
por el cielo de tus propósitos legales
y las dudas vomitan en la acera de las pretensiones
los excesos de su hartazgo.

Un mensajero, cuando ya ni te acuerdes,
cuando el olor maduro del durazno
dé sus brochazos sobre los portones,
pulsará el timbre de tu casa bajo un sol de bayonetas
y al abrirle, vestido con ropa informal y macilenta,
te entregará una carta, un bulto chico, no sé…
¡un gran paquete!.
Por eso ten cuidado con lo que ahora solicitas
y atempera bien el acervo de tus ilusiones:
Esta vez fue un sobre con semillas de esperanza
lo que te llegó del Ministerio,

pero otro día pueden aprobarte cualquier cosa.