PATRIA CHICA.
Donde no llegan los
trenes,
donde roban la
heráldica
al reclamo de su
ministerio
antes de ir a
mendigar olvido
y pagar una
hipoteca.
Al sur de los
abismos y las catenarias,
donde se esconde
el cárabo de las galernas
y a la noche le
duelen las axilas
de freír estrellas
en sartenes
porque ya no queda
nadie lo suficientemente vivo
para protagonizar
las escenas románticas,
porque ya no queda
nadie lo suficientemente muerto
para ser añorado.
Sin la ilusión del
hombre que revienta tulipanes
de pólvora en el
cielo
cuando regresan
los santos a su fecha
y siembran el
suelo de estallidos fluorescentes;
sin dolor por lo
que se acaba de repente
y por lo que no se
acaba pronto,
pinturas de
metralla y despropósitos
en las cuadras
tapizadas por el humus
que huelen a
tarros de conserva.
Sin el ímpetu de
antiguos romanceros
que llevan del
juglar a la escolástica
sus labios
gananciales,
ni circos en la
ruina,
ni corrales
confinados en tapias
con vapor de cebolla
presidiendo el empedrado.
Sin excusas ya
para luchar
contra el estigma
de la miel irreverente
que derrama luces
melancólicas y ampollas
en los nidos de
las tejas,
sobre el esparto
mordido por arañas.
Sin un réquiem siquiera
por el alma de este sitio
donde esgrimen
alacranes su abolengo
y la alegría se pudre
en los arcones
como la entraña de
un lagarto en una piedra,
como un trozo de
pan a la intemperie.
SEGUNDO PREMIO DE POESÍA CASA DE ANDALUCÍA EN PARLA, 2016
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