Mi relato
"TRES MISTERIOS DOLOROSOS Y UNO DE GLORIA" se ha alzado con el primer premio del CARMEN DE MICHELENA
TRES MISTERIOS DOLOROSOS Y UNO DE GLORIA
Primer misterio:
Yo antes no temblaba. Lo garantizo. Todo fue a raíz de un silencio muy profundo que agarré preparando unas oposiciones, una tontería de biblioteca que se me fue complicando con el tiempo, tú lo sabes. Era fuerte y aplicada y muy, muy trabajadora. Me sentía capaz y poderosa y tenía exclentes vibraciones para enfrentarme -en la igualdad de un examen oficial- con cualquiera. Esa sensación me empujaba y me amortiguaba el vértigo del futuro, y a pesar de casi vivir recluida entre libros y apuntes en aquel espacio público, fue una época muy feliz en la que sonreía por cualquier nadería sin importancia. Recuerdo aquel inicio de nuestra relación como un céfiro en el alma y unas cosquillas de bisutería, como un piercingen el socavón del ombligo o unas gachas blandas que inundaban mis sentidos y cuya temperatura contradecía a la norma e iba en aumento hasta que me abrasaba. Pero al poco todo se fue enredando sin que sepa discernir el motivo ni el momento en que sonaron las sirenas.
Debiste cambiar tan despacio que no noté la deriva, como ese pequeño desnivel, apenas perceptible, entre dos baldosas contiguas que parecen a ras, sin importancia, y que te acaban derribando al tropezar con el resalte la segunda vez que pasas. Pues lo mismo. No alcanzo a entender cómo pude dejarme avasallar por tus ideas hasta el punto de no presentarme a aquellas oposiciones en las que llevaba invertidos casi dos años de mi vida y que me hacían tanta ilusión. Tú sólo querías gobernarme, hacerme súbdita de tus caprichos, evitar que pudiese valerme por mí misma para que fuese una posesión mobiliaria, un semoviente con escritura y registro de la propiedad incluidos.
El primer síntoma fue tu voz, que ganaba matices hacia lo absoluto y perdió los remilgos y las pausas. Olvidaste susurrar y en cambio el grito se fue haciendo una costumbre en tu garganta. Claro, por la dinámica de las palabras, se estableció entre nosotros un sistema de vasos comunicantes y cuanto más alto proferías tus improperios, yo hablaba más bajito, hasta que incubé un silencio preocupante que se me fue infectando hacia la matriz del olvido y para el que me recetaron sesenta centímetros cúbicos de lágrimas media hora antes de cada comida.
Segundo misterio:
El segundo misterio pertenece al gremio de los dolorosos y tiene mucho que ver con tus manos, con tu fuerza, con tu inercia desproporcionada. De la caricia al golpe hay un salto imperceptible, muy poco trecho, cuando se usa el perdón como atenuante; aunque luego la confianza lo elimina y de la caricia sólo queda el nombre, y del atentado el color violeta. Y lo curioso es que todo parece discurrir sin sobresaltos y que se vuelve una costumbre la agresión gratuita. Algo normal en el menú de cada día.
Tercer misterio:
El tercero, tras las voces y los golpes, fue el ninguneo. Y lo más doloroso: la anulación de la voluntad, de la opinión, del deseo, de los tempos. Comenzaste ayudándome a elegir las nimiedades en cuanto yo dudaba lo más mínimo y al poco hablabas ya en mi nombre. Terminaste borrándome las ideas, cualquier iniciativa. Fue la fase más grave de mi ausencia de palabras. Creí que no lo superaría. Pero todo comenzó a mejorar cuando fui consciente de mi situación.
Cuarto misterio:
Me vi desde la altura, desde el otro lado de la mirilla de un francotirador que me apuntaba con su láser. Si no reconoces un problema es imposible que puedas solucionarlo. Yo lo entendí y lo asumí de repente y por eso empecé a temblar. Para vencer al silencio comencé hablándote muy suave, sílabas sin sentido, palabras cortas, sintagmas, algunas oraciones con sujeto y predicado, sin circunstanciales de lugar o tiempo. Poco a poco hilvané oraciones compuestas y fui subiendo el volumen de mis modulaciones.
Lo siguiente fue pararte un manotazo y gritarte al oído que jamás se te ocurriese volver a intentarlo o te arrepentirías siempre. Tu reacción amenazaba más violencia en un primer rebrote, pero yo no estaba sola. Detrás de mí un turbión de mujeres, todas las mujeres de la Historia: las asesinadas, las llenas de moratones, las madres de las víctimas y la de los verdugos, se asomaron a mis pupilas y concentraron su energía en mi mirada. Algo debiste ver en su fondo, muy en el fondo: una determinación, una mueca, un río…no sé. Me limité a abrir la puerta de mi casa y te señalé la senda hacia el olvido.
Adiós.
P.D.: Por favor no se te ocurra volver nunca. Y mucho menos acercarte a mí.
Tus cosas ya te las mando yo, a la dirección que me digas, con el camión de la basura.
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