IGLESIA DE SAN PABLO DE ÚBEDA

IGLESIA DE SAN PABLO DE ÚBEDA
Iglesia de San Pablo (ÚBEDA)

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sábado, 23 de marzo de 2019

RECOGIDA DEL PREMIO "FERNANDO CALVO"




SILENCIOS SONOROS.             

Las voces provienen de gritos apagados
-ascuas de una lumbre encendida en otro tiempo-
y hay silencios que refrescan las terrazas con su grifo.

Se suceden los metales de sus hijos y las ruecas:
sus hijos se encaraman en artilugios velocípedos
que equilibran el tedio con las horas de la siesta;
las ruecas sobreponen hilaturas nostálgicas
a la mugre que esparce su aritmética de siglos.

Se alternan dinteles y escayolas con estucos; 
techos altos, donde anida el numen, 
con portales que beben del barroco
y velan por el honor de su excelencia
a pesar de la decoración minimalista.

A la humedad se le dibujan arbotantes egregios
sobre el rodapié, fiscal de la escalera,
y sólo una cucaracha, cruzando al fondo del pasillo,
le da al recibidor un toque irreverente de prosodia. 

La estancia no llega a ser palacio por muy poco
pero sientes el privilegio de las lámparas regias
y los angelotes que decoran las repisas 
queriéndote contar algún secreto.

¡Ah! y hay un aire de gélidas venganzas
en el hedor mundano de las cañerías,
como queriendo recordar episodios vulgares
e impregnar su odio en el cliente más obsceno
por hechos que sucedieron -o sucederían-
cuando los antiguos dueños aún ostentaban
el orgullo de una estirpe sin memoria.
 
 


 

jueves, 14 de marzo de 2019

PREMIO DE POESÍA EN ALCÁZAR DE SAN JUAN



PRIMER PREMIO A MI POEMA
 "PROBLEMAS PERMANENTES CON EL VADO"


Lo nuestro no podía durar
más de lo que dura un espejismo:
tu amor no tenía vado permanente
y yo no quise seguir en doble fila, 
acumulando multas al desaire,
debajo de tu falda por más tiempo.

Te seducían las estrofas conceptistas
y constreñir las ideas hasta la hipérbole;
mientras, Góngora obnubilaba mis sentidos
con sus palabras sonoras, baluartes del barroco,
gustándose al reescribir lo que se siente 
cuando una piedra rompe al ser lanzada 
el diáfano cristal de un sentimiento.

Tú amabas los solos de trompeta,
notas indómitas, el jazz que improvisa
siempre en el alma un algo frívolo y eterno, 
un matiz inapreciable,
un gemido de saxo con su dolor inverosímil,
un do de trompeta que barrita
con la fuerza de cien elefantes amaestrados
y luego se desvanece en un instante, 
y solo deja trazas de su breve magisterio
en los oídos más adictos y sensibles;
yo, en cambio, soñaba eternidades filarmónicas,
los movimientos a compás de cien violines,
clarinetes, trompas, oboes, contrabajos…
al escuchar música de orquesta, 
en una coreografía exacta en su conjunto, 
con perfección acústica, casi matemática.

Yo era de Wagner. Tú de Verdi.

No podías vivir sin microondas
y a mí me extasiaban los pucheros. 
  
Querías disfrutar a toda prisa
tu loca juventud de rascacielos
en ciento cuarenta caracteres por minuto,
abrir nuestras intimidades en las redes
a una caterva de anónimos amigos
-imaginarios casi todos-
como si el amor fuese una tienda de modelos
que necesitara escaparates;
en tanto, yo me inventaba alguna excusa
para escribir tratados de paciencia
observando la cúpula del tiempo
bajo la vieja catenaria de una encina,
en mi olivetti desfasada,
con una taza de ti al alcance de mi mano 
como único argumento.

Yo soy de películas antiguas
en la que los galanes se insinúan 
en las fiestas a las damas elegantes.
Tú no soportas nada de otro siglo:
sólo te atraen los muertos que reviven
y los vampiros con ropa Calvin Klane
persiguiendo a jovencitas malhabladas
por un campus futurista y desolado.

Mis discos de vinilo te provocan ictericia.
Amancio Prada te suena a marca de vaqueros.
Para que no vomites oyendo a Mocedades
necesitas tomarte un par de biodraminas.

Mientras yo degusto, en copa mágnum,
un coñac con más años que tus trenzas,
un gran reserva indescriptible
o un güisqui con más solera que tu olvido;
tú, con su sal correspondiente y sus limones,
sin apenas paladear las bocanadas,
te bebes los chupitos de tequila
solo para sentir lo más rápido posible
el alcohol incendiando tus latidos.

Lo nuestro no podía durar
más de lo que dura un epitafio:
tu amor no tenía seguro de accidentes
y yo quise sofocar mis hemorragias
cosiéndome a solas las heridas,
esos roces que causaste en mi pintura
-mientras estaba aparcado en doble fila- 
porque no tenías vado permanente.


PRIMER PREMIO DE POESÍA EN TORREJÓN DE ARDOZ


MI POEMA "SILENCIOS SONOROS"
HA SIDO GALARDONADO.
¡¡OS ESPERO EN TORREJÓN DE ARDOZ!!