Ahora se espera a conocer la fecha exacta en la que se entregarán los galardones, algo que anunciará la concejalía de Cultura próximamente.
AL LADO DE LA MUGRE.
Debajo de mi cama hay
aspavientos al lado de la mugre,
una biblioteca
elemental para virus y bacterias
clasificada por
enfermedades en pañuelos usados,
preservativos viejos
llenos de canicas,
aretes perdidos cuyas
dueñas legítimas nunca los reclaman
para no delatarse
ante sus novios,
ratones con apellidos
ilustres que premian a los niños desdentados
y un reformatorio moldeado
en plastilina
para las pelusas grises
abandonadas a su suerte.
Sobre mi cama el mar
sacrifica sus espumas,
guadañas de cartón
amenazan a la chica del poster
y un búho de
porcelana marca los límites de cada atrevimiento,
como si fuese posible
su control o su renuncia,
como si alguien fuera
a arrepentirse demasiado pronto de sus actos
o en este ámbito
tuviese jurisdicción la penitencia.
Bajo mi cama los insectos
se organizan en siglas sindicales,
beben polenta los
monstruos que salen de la fantasía en los minutos basura
y evoluciona a bella
durmiente, aunque fue cortesana en otra vida,
una amiga que tuve,
que fue reina de corazones en una baraja francesa
-bueno ella no, sólo
su fotografía-.
Sobre mi cama una
escuadrilla de alcotanes
esperan pacientes en
los acantilados de los escotes,
se asoman varias
veces y me transmiten su vértigo;
comics aburridos
sirven de limpiafondos a mi somnoliencia
y una nana disidente es
la canción del verano en los cuarenta principales.
Bajo mi cama roncan
los normandos invisibles en pagodas de laca,
hay castings
semanales para convertirse en patuco
entre objetos de las
más diversas índoles,
intestinos revueltos
con poemas - que en el fondo son lo
mismo -,
y un orinal les sirve
de escenario a los ácaros morenos
que quieren trabajar
como vigilantes de la playa.
Sobre mi cama el
musgo redondea las esquinas con sus caricias sordas,
crecen margas oscuras
con forma de marsupiales
donde se esconden los
mitos y las fichas de parchís que se perdieron,
y un velero hecho con
pijamas viejos
surca los océanos de
mi duermevela
con su lona
aerodinámica y su ancla de botones.
Bajo mi cama
aspersores confitan el alma de los duendes,
trafican con uñas
muertas los contrabandistas microscópicos
y proyectan las
mariposas, que arden peligrosamente,
sombras chinescas
sobre una pantalla de camisetas procaces.
Sobre mi cama el
mundo orbita como un títere,
restos orgánicos
martirizan los muslos de las hadas desnudas
y un helor de mala
sangre recorre las pupilas de las yeguas sigilosas
que vienen a beber en
mi silencio.