Mi microrrelato "EL FRÍO DE CIUDAD REAL"
ha sido distinguido con el segundo premio de este año por el grupo Pan de Trigo de La Solana.
Bienvenidos a mi blog. Si os gusta la literatura, en él podéis encontrar algunos poemas y relatos y contactar conmigo. Responderé sugerencias y comentarios en eettss@gmail.com.
Mi microrrelato "EL FRÍO DE CIUDAD REAL"
ha sido distinguido con el segundo premio de este año por el grupo Pan de Trigo de La Solana.
Mi poemario
"LA PATRIA POTESTAD DEL ELEFANTE"
ha sido distinguido con el segundo premio de poesía del certamen
"GUILLERMO FERNÁNDEZ ROJANO"
Mi poema "IGUAL QUE ANTES" ha sido distinguido con el símbolo "JARAÍZ" en el LV certamen de poesía:
"CATA DEL VINO NUEVO Y ANOCHECER POÉTICO" de Valdepeñas (Ciudad Real).
Es el cuarto símbolo que obtengo de los cinco que se entregan anualmente.
Mi relato "MI AMIGO MANOLITO" ha sido galardonado con el segundo premio en el certamen PUNTOFINAL de Quinto (Zaragoza)
MI AMIGO MANOLITO
El cementerio de mi pueblo es pequeño, tan pequeño que solo tiene un par de calles minúsculas; dos hilos cortitos de lápidas que se cruzan entre sí al llegar a una plazuela, no del todo redonda, presidida por una cruz grande en el centro. Es como una rotonda para peatones. Y hay una frase, escrita en una bufanda de piedra que cuelga de la cruz, sacada del Evangelio, que dice: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá, aunque muera; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás”.
La he leído mil veces. La leo cada vez que vengo y aún sigo sin saber qué significa: a los mayores, si les preguntas por las cosas de la Muerte, les cambia la cara y nunca te responden nada que te aclare algo.
Es un sitio al que siempre que vas no encuentras a nadie dando vueltas por allí, aunque todo está repleto de flores -no sé quién las pondrá porque nunca hay gente- por lo general, de plástico; flores que se dejan poco a poco su color a fuerza de aguantar la lluvia y el aire, el sol y los pájaros, las avispas y el granizo, aunque yo creo que es la soledad la que más desgasta sus pétalos artificiales; pétalos que al final se desintegran en los dedos como si fuesen de ceniza y dejan un polvillo oscuro, como de ala de mariposa, y un esqueleto de alambre oxidado. Aunque también las hay de verdad, flores de verdad, quiero decir, la mayoría amanojadas en ramilletes secos. Las flores naturales duran muy poco desde que las dejas: dos o tres semanas como mucho; por el calor -dicen- y por el viento, por la lluvia, por el granizo, por las avispas… pero yo creo que también, o sobre todo, por la soledad.
Suelo ir con mamá. Mientras ella friega el mármol donde están enterrados sus padres y sus abuelos; es decir, mis abuelos y mis bisabuelos, con una bayeta y un cubo de agua con lejía, yo correteo sin parar entre las lápidas y me subo por ellas como si fuera Spiderman; o, si me llevo el balón, regateo a los ángeles que hay esculpidos por las esquinas de los panteones y chuto con fuerza sobre la entrada de la capilla, que me sirve de portería.
Cuando me harto de saltar y de esconderme de los villanos imaginarios que me persiguen, me paro y les digo que ya está bien, que no quiero jugar más y que me dejen en paz de una vez; y, entonces, hago lo siguiente que más me gusta en el cementerio: mirar las fotografías de los que están enterrados y sacar las cuentas de su edad: es muy fácil, solo hay que restar dos cantidades y ya sabes los años que tenía.
La mayoría murieron a los ochenta y tantos, por ejemplo: Eligio Perales Luna, un vejete sin dientes que aparece sonriendo debajo de un sombrero antiguo, nacido en 1901 y muerto en 1988, a quien no olvidarán nunca sus hijos Palomo y Sebastiana; o Milagros Jumilla Calderón, que vivió entre 1930 y 2012: tiene los labios oscuros y la foto debe ser de cuando se casó, pues no tiene arrugas y parece una actriz de películas en blanco y negro, con los ojos tan grandes que no le caben en la cara. Luego hay otros que tengo que preguntar a mamá si he hecho bien la cuenta o no, porque me resultan cantidades muy pequeñas, como 5, ó 22, ó 19. Cuando le digo el nombre y los años que me salen en el sustraendo, ¡no!, en el sustraendo no… en el minuendo, ¡no, en el minuendo tampoco!... ¡en la diferencia!, ella generalmente se pone muy triste y me habla de cómo se fueron -siempre conjuga el verbo “irse” para hablar de los muertos- y quiénes eran sus padres, o hermanos, o novias, o amigos. Mamá conoce perfectamente a todas las familias del pueblo y se lía a hablar de los detalles, de cómo “se marcharon” tan pronto, por lo común a causa de un accidente de coche o por una enfermedad maligna que se llama “cáncer” o “tumor”, según el médico que te toque en suerte.
Otra cosa que hago es una lista con todos los nombres que se usan para referirnos a ellos: finado, difunto, fallecido, muerto, cadáver, exánime, alma, espíritu, fantasma, espectro…(si sabes alguno más, por favor, mándame un correo) y el último que he incorporado es “idos”, en honor a la costumbre de mamá con el dichoso verbo.
Un día me encontré una calavera, en realidad la descubrí. Fue al día siguiente a una nube de verano con pedrisco que descarnó la tierra. Vi algo relumbrar con el sol y me puse a escarbar con un palo a su alrededor hasta que saqué el cráneo de alguien. Me lo metí debajo de la cazadora y me llegué hasta el grifo de la entrada para quitarle los restos de tierra, que ocupaban el lugar de los ojos y la parte de dentro, sin que me viese mamá.
Mola un montón. No se lo he dicho a nadie, ni siquiera a mi amigo Agustín. Lo escondo entre unas adelfas que hay junto a la tapia cuando nos vamos y siempre que vengo, desde entonces, juego con “Manolito”. El nombre me lo he inventado y le viene como anillo al dedo. Unas veces lo pongo en lo alto de una cruz y me sirve de vigilante para cuando me persiguen los villanos - me avisa moviendo un poco la mandíbula cuando los ve- y otras lo utilizo, si me llevo una pelota, como poste: él es uno de los lados de la portería y el otro suele ser la mochila en la que mamá trae sus trastos de limpiar las tumbas -porque a mamá no le gusta que dé balonazos sobre la puerta de la ermita- El larguero ya es cosa de mi imaginación.
Ella se quedó de piedra el día que me descubrió con él y tuve que asistirla con un poco de agua porque casi se desmaya sobre el bote de la lejía, con la bayeta en la mano y todo. Dijo que ya no me iba a llevar más al cementerio, que era pecado jugar con los muertos, ¡pecado mortal!; aunque, por su tono, no la vi muy convencida de que fuera tanto pecado hacerse amigo de una calavera. Por eso sigo acompañándola -pienso que también porque le da un poco de reparo venir sola- aunque tuve que prometerle que cavaría un hoyo bien profundo en el sitio en el que la encontré y que devolvería a Manolito otra vez a la tierra de donde lo saqué. Cada vez que voy le llevo un manojo de flores recién cortadas y le quito las marchitas del bote del nescafé.
Yo no distingo mucho en qué nos diferenciamos los unos de los otros, los vivos de los muertos. En el fondo somos casi iguales: nosotros vivimos en el pueblo, ellos en el cementerio; nosotros tenemos nuestras casas, ellos sus sepulturas y sus nichos; todos somos conocidos por un nombre y por unos apellidos que están escritos en los buzones o grabados en las losas, según; todos dependemos de unas fechas que nos marcan: a unos solo el comienzo, a otros el comienzo y también el final; nosotros venimos a traerles flores, ellos nos dan las gracias en silencio por no olvidarlos nunca desde los ojos de sus fotografías.
Están en otra dimensión, eso sí, como en un videojuego cuando eres muy hábil y vas pasando pantallas, hasta que terminas la partida batiendo el récord y necesitas un nuevo reto, un nuevo mundo o algo parecido, como pasar del modo “easy” al “hard”, o al “extreme”.
Lo suyo debe ser otra fase que aún no comprendemos, pero estoy seguro que forma parte de nuestro mismo juego, aunque cambie la versión, y por eso, supongo, que no tiene que ver mucho la edad para morirse.
Cuando sabes lo suficiente y superas las dificultades, o tienes suerte y evitas las trampas ocultas con los trucos aprendidos en internet, alguien, o algo, te llama para que formes parte de su equipo estrella y entonces dejas de vivir en el pueblo y te mudas al cementerio, como si estuvieras en una concentración de deportistas.
No lo entiendo de otra forma y por ello cuando algún familiar o conocido decide “irse”, como dice mi madre, no me entristezco demasiado: yo sé que ha subido de nivel, que ha recibido la llamada del entrenador porque ya era suficientemente bueno en lo suyo, porque ya era suficientemente bueno en esto de vivir.
Siempre que me deja mamá, la acompaño al velatorio del finado, del cadáver, del difunto, del fiambre, del espíritu… Procuro acercarme a la caja despacito y, cuando nadie mira, susurro cerca de la oreja del recién “ido” que haga el favor, si lo ve, de darle muchos recuerdos a Manolito de mi parte.
FIN
Ante las coincidencias sustanciales de la obra considerada ganadora del primer premio, “Amada mamá”, con otro microrrelato ganador de otro concurso y ya publicado, el jurado del XIII Certamen Internacional de Microrrelatos Cardenal Mendoza, ha decidido retirar el galardón a dicha obra y otorgarlo a “Dicotomía post mortem”. Por tanto, la relación de premios queda así:
Primer Premio: “Dicotomía post mortem”. Se trata de un minicuento de carácter escatológico y limpio sentido del humor. Su autor es Esteban Torres Sagra, funcionario de Carrera residente en Úbeda. Como escritor, ha obtenido diferentes premios de poesía y narrativa y ha publicado diversos libros.
Segundo Premio: “De locos”, una reescritura de "Alicia en el País de las Maravillas”, escrito con la prosa victoriana de Lewis Carroll. Es original de la narradora catalana M.Carme Marí Vila (Barcelona, 1969).
Tercer Premio: “Con el escalpelo”, de Jesús Jiménez Reinaldo (Tudela, Navarra, 1962), una intriga criminal narrada con inquietante precisión.
Mención Cardenal Mendoza Non Plus Ultra, al microrrelato que mejor potencie la imagen del brandy de Jerez: “Qué va a ser”, de Sergio Rozalén Gil (Valencia, 1972), residente en Reino Unido. Su relato recrea la filosófica conversación entre una consumidora de brandy de Jerez y un camarero.
El jurado, presidido por Mauricio Gil Cano, ha estado integrado por las poetas Josefa Parra Ramos, directora de la Fundación Caballero Bonald, y Ana Sofía Pérez-Bustamante Mourier, doctora en literatura, investigadora y crítica; así como por el narrador, catedrático y crítico José López Romero y por Francisco Javier Requejo Bohórquez, consejero delegado de Sánchez Romate Hnos. S. A.
Al certamen Cardenal Mendoza han concurrido en esta ocasión 1836 microrrelatos, procedentes de veintiocho países. El fallo del jurado y los microrrelatos premiados pueden leerse en la web https://www.cardenalmendoza.com/es/blog . El Certamen Cardenal Mendoza se ha consolidado como referencia en la narrativa brevísima hispana con su peculiar maridaje entre microficción y brandy de Jerez.
Enhorabuena al resto de los premiados.
Aunque los asuntos teológicos no preocupan demasiado, la Santa Sede confirmó, en rueda de prensa —seguramente por esta moda de lo políticamente correcto— que el Infierno ahora pasaría a denominarse Paraíso C, el Purgatorio —otra vez vigente— B, y el Cielo de toda la vida, A.
Lo malo es que, en las sentencias finales —todavía no han hecho las actualizaciones informáticas— no especifica letra- Si pides aclaración, la página da error 666 —¡lagarto, lagarto!—.
Así, llegada mi hora, seguí sin aclarar dónde viviría —o moriría— eternamente, pues méritos acumulaba de sobra para vencer hacia cualquier lado la balanza.
Como es preceptivo vendarte los ojos al entrar, al devolverme la vista, continué desconcertado: no entendía si aquel placer pecaminoso presagiaba “calderada”. o si era mi bienvenida al “Paraíso Premium”, pues Pedro —Botero o Simón, según— me esperaba con una copa ventruda de brandy de Jerez en cada mano.
Esteban Torres Sagra
Arrendatario de goces
y de cuitas heredero,
afilo el pretil metálico
-perla que brilla sin serlo-
y arranco el frío que pace
por la humedad de su cuerpo
con una piedra amolada
que guardo entre mis trebejos.
Luna gris entre dos lunas
repujada sobre cuerno,
relámpago que desbasta
esquirlas al aguacero
y las convierte en quimera,
envidia de los espejos.
En mis iris fulge su hoja
y mis ojos lo hacen dentro
de su frágil catenaria
remedando el universo.
Su cómoda empuñadura
se prolonga entre mis dedos
y engalana un escenario
donde afloran sentimientos
que parecían perdidos
en las hacinas del sueño.
Se descorren las cortinas
con las ráfagas de viento
y echan a volar nostalgias
que estremecen el silencio.
Campa el aire por la estancia
y despeina mis recuerdos:
canciones de vino verde
sobre los peces de acero
retumban sus alharacas
entre paredes de yeso.
Cucharas y tenedores
sobre una mesa sin centro
comparten manjares pobres
con chacinas y pan tierno
partidos con la navaja
que se acurruca en mi seno.
En mis iris brilla su hoja
y mis ojos lo hacen dentro
de su bello desafío
emulando al firmamento.
Entresijos familiares
se confunden entre versos
con estampas infantiles
en las piernas de mi abuelo,
sentado en cada velada
como en la proa de un velero
sobre sus óseas rodillas,
enjutas como sarmientos,
y vuelven a emocionarme
al evocar el misterio
de su voz recia y antigua
recitándome algún cuento.
Sólo queda esta navaja
entre sus cosas de viejo
de las muchas que tuviera.
Seguro que perdió cientos
al cabo de tantos días
y tantas noches de invierno:
ignotas en el monte unas,
otras… junto al olmo seco;
las más, prestadas, sin duda,
a un vecino descuidero
que se olvidó devolverlas
al redil de los cubiertos.
En mis iris bruñe su hoja
y mis ojos lo hacen dentro
de su hermoso escalofrío
escarbando en mis cimientos.
Sólo queda esta navaja,
notaria de los eventos,
alimentando rumores
al aire de su concierto
de muelles que se resisten
a ser sólo teloneros,
y dan fe con sus robines
y con su halo polvoriento
de lo que nunca aprendimos:
no nos sirven como ejemplo
las lecciones magistrales
sobre el transcurso del tiempo,
ni se asume su dictado,
ni se comprende su verbo
hasta que no se conjuga
en el futuro imperfecto,
hasta que corta los hilos
el docto titiritero
y la marioneta que somos,
buscando su cementerio,
sin memoria y sin palabras,
se descoyunta en el suelo.
En mis iris bruñe su hoja
y mis ojos, ya sin fuego,
dejarán para otros hombres
su apócrifo testamento.
ha sido galardonado con el premio
"ALFONSO MONTEAGUDO" 2024.
Será un honor volver a Baños por cuarta vez.
Es un poemario de cerca de 400 versos que verá la luz próximamente.
Como muestra, uno de los poemas que lo componen:
LA PENUMBRA DEL ABRAZO.
Con tu aliento de fragua del Vulcano
encendiendo la mecha de mi boca,
las arras del calor en un bolsillo
y la tabla periódica vendiendo
oxígeno a las células del tacto,
no hay ceremonia o duda que me ofenda,
promesa que me arredre o me distraiga
en mi unísono empeño de quererte,
penitencia capaz de arrepentirme,
compromisos de mieles selenitas
que empañen el espejo de la urgencia.
En el rincón más oscuro del Renacimiento,
donde pétreos querubes nos espían
bajo el lomo labrado de la Historia,
a la lóbrega luz de una bombilla
que espesa el ángulo en el que se baten
penumbras escondidas en áreas inconcretas,
un viejo polvo blanco, de repúblicas,
recuerda itinerarios de paseos dactilares
bajo una manta gris, o cielo raso,
que asiste a la función de algún abrazo
con disculpa y sabor a regalices.
Socorrido ámbito de iglesias públicas
donde amarte o no amarte en mil pedazos.
Mi poema "LOA PARA UN EXIMIO" ha resultado vencedor en el XLII certamen "FRANCISCO DE QUEVEDO"
que convoca la Orden Literaria del mismo nombre con la colaboración del Excmo. Ayuntamiento.
El galardón consiste en la investidura de Gran Comendador de la Orden Literaria "Fco. de Quevedo", entrega de pergamino y 900 Euros.
LOA PARA UN EXIMIO
Si agradable descanso, paz serena,
la muerte en traje de dolor envía,
señas da su desdén de cortesía:
más tiene de caricia que de pena.
Francisco de Quevedo
La misteriosa damisela lanza
su epistolario no correspondido
cuando ya no soporta su alianza
y piensa en regresar por donde se ha ido.
La palabra de Dios en mezcolanza
con el poderoso caballero desabrido
produce tal euforia que se alcanza
un culmen sin igual en la libido.
Sea el vate, pongamos, uno viejo,
un poeta de natural hiriente
que procura enemigos con gracejo
y lo mismo destripa a algún pariente
que a los representantes de un concejo,
o al propio rey si lo tiene enfrente,
sin mover ni siquiera el entrecejo
con sus méritos de hábil resiliente.
Raya su pluma donde luz palmaria
de las sombras refulge por encima.
La perilla de truhan, estrafalaria,
acentúa su apego por la esgrima
y adorna su faz extraordinaria.
Pero al igual que odia, si quiere intima
y hasta le ofrece el cielo a su adversaria
haciéndole rimar lo que no rima.
Va por calles oscuras, callejones
donde manda su esquivo personaje,
y desnuda el imperio entre marrones
la vil aristocracia sin su traje.
Desfalca el bolso de las emociones
a doncellas de altísimo peaje
rodeado por mugre y por ratones
para saldar sus deudas de linaje.
Que la muerte lo acecha… ¡ya lo sabe!,
y tan poco le importa la evidencia
que ni se ocupa en aplazar lo grave,
ni le disuade su clarividencia.
Si le dais fuego incendiará la nave
rodeado de espadas sin clemencia,
pues para eso él ya no merita clave
que imponga a sus pecados penitencia.
Conozcan por su tinta los ufanos
que toma por virtud a la ironía
y escoge rodearse de villanos
antes que soportar la egolatría
a quienes adolecen en sus manos
de talento para la escribanía,
mientras le medran destripando arcanos
en forma de romance o de elegía.
He venido a piafar por los Infantes
de aquesta Villanueva acogedora
en rocín imaginario, como antes
-por exactos derroteros y a otra hora-
recorriese el mismísimo Cervantes,
que cualquier coartada es promotora
para ahormar sonetos elegantes
sin ánimo de lucro y sin demora.
Entro a la celda dominica y leo
la postrera ocurrencia con su nombre
y así materializo el gran deseo
de este puñado de tierra, de este hombre.
A la presente edición se presentaron 43 participantes, procedentes de España, Francia y Sudamérica, de los que fueron admitidos para la fase previa a la final 34 artículos, seleccionándose posteriormente 10 que compitieron en la fase final y eligiéndose entre ellos 3 para competir por el premio de esta convocatoria.
Los tres finalistas fueron:
Nº Art. Nº Pseudónimo Título Puntuación
1 28 Telémaco Carlos V, el matador 12
2 40 Plata El mayoral de los Rangeles 4
3 41 Churumbelerías Una banderilla en la arena 4
Tras esta última votación el Jurado acordó, por mayoría, proclamar ganador del XXXII Concurso Literario Internacional “Tierra de Toros”, de 2024, al artículo:
Nº 28 – presentado bajo el lema: Telémaco, titulado: “Carlos V, el matador”, cuyo autor es don Alejandro Cebollada Ortega, de Madrid.
El segundo y tercer clasificados, ex aequo, corresponden a los artículos
Nº 40, presentado bajo el lema: Plata, con el título de “El Mayoral de los Rangeles”, cuyo autor es don Esteban Torres Sagra, de Úbeda (Jáen); y
Nº 41, presentado bajo el lema :Churumbelerías, titulado “Una banderilla en la arena”, cuyo autor es don José Luis Valdés Belmar, de Murcia.
Los artículos galardonados aparecerán publicados en la Revista Taurina de la ATC Tierra de Toros número 38, que se presentará en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Colmenar Viejo, Plaza del Pueblo, nº 1, el martes 20 de agosto de 2024, a las 21:00 h.