El próximo día 5 de julio es la entrega de premios y posterior merienda tradicional, con gachas manchegas, torreznos y cuerva típica, así como queso y roscos de la tierra.
CRÓNICA DESDE EL CASTILLO.
Castillo de Montizón
1467. Se produce un tercer asedio en el que participa
el joven capitán Jorge Manrique. El castillo capitula.
Ya convertido en Comendador de Montizón, inicia
obras de reforma en él, trasladándose a vivir en él junto
a su esposa doña Guiomar de Meneses.
(www.campodemontiel.es)
Señor, aún le prestan las cornejas
majestad con su vuelo a las cornisas,
traspasan los vencejos la cuesta
inacabada con su vuelo raso
y hay azores esporádicos que buscan
sustento a su linaje
tras alguna paloma enamorada
que zurea por las inmediaciones
sobrevolando el último rastrojo.
Un verde puño de hierba en fiel abrazo
estruja las entrañas del Castillo
y eleva sus cimientos como un cáliz
en ofrenda pagana
a dioses lisonjeros;
asoma más si cabe arquitectura
al escarpe del palco sobre el río
y en el alcor que lo cobija duerme
un brochazo rosicler de pintura
que se enciende tras cada primavera
y mancha de azafrán el voladizo.
No he visto avanzadillas de abedules,
surtidores en pinos centenarios
de una sombra cuajada de frescuras;
no he visto en mucho tiempo cigüeñatos
surcando la calina de septiembre,
ni a su dama asomada a las almenas
- que no existen - espantando bandadas
de estorninos en álamos linderos.
No quedan del adarve y de la iglesia
más que breves reseñas en los libros,
del horno y del aljibe primigenios
un detalle de autores escribanos,
y de los treinta pesebres genuinos
que testimonian el abolengo de la saga,
halitosis de estiércol y cenizas
por el belfo esquilmado de los años
y un escombro ambulante de granzones
como único vestigio en la memoria.
Tapiza un pasto seco la albacara
que cruje a cada paso y nos recuerda
los sonidos ingratos de la inquina:
la sed, el hambre, el reguero grana
que las armas exigen al vasallo
como precio por darse en las conquistas
a cambio de ganar una Encomienda.
Aún abrevan ovejas en el balde
del Guadalén cautivo,
reconvertido en foso de atalaya,
y mesnadas de anfibios cantautores
ensayan sus horrísonos conciertos
al frescor del ribazo y los cañejes
apenas si adivinan el solsticio;
algún zorro se acerca cauteloso
a beberse el azogue de los charcos
mientras tizna el visillo de la aurora
en occidente su índiga acuarela
con la breve desmesura de un incendio,
y salpican estrellas con sus ganchas
el impoluto cielo del verano.
Yo intercedo ante el Todopoderoso
por la orgullosa estirpe manriqueña,
por la sangre, que se hizo escorrentía,
añadiendo caudal a los arroyos
y privó del aliento a los soldados
sin degustar la miel de la victoria,
con algún Padrenuestro balbuciente...
Y ya dejo, doña Guiomar, don Jorge,
vagar tranquilas sus almas por los aposentos...
pues respirando esta paz absoluta
que magnifica el campo montieleño,
para otro menester se me hizo tarde.