Acabo de ser informado de la concesión del PRIMER PREMIO La carta se titula
"QUINTO ANIVERSARIO"
QUINTO ANIVERSARIO.
El puerto no es el mismo, ni la luz. Los caracoles han progresado mucho por la orilla de los malecones desde que nos fotografiamos junto a ellos. Las mañanas amagan dolencias de antiguas procesiones como enfermedades no vencidas del todo que afloran cuando cambia el tiempo o el ánimo, cuando el espíritu te pide una taza de tristeza. Los mismos autobuses y las vallas publicitarias, a veces, me hacen volver la cabeza porque creo reconocerte, con el refilón de una mirada y sus arañazos de prisa, en la muchachita que cede su rostro a los anuncios. Aquí las tardes fueron nuestro cómplice, tardes de paseo por la playa desierta, cuando los últimos bañistas ceden al escalofrío y sólo los enamorados se descalzan sobre los mapas de regiones míticas que pintan las olas en la orilla y, más tarde, tras subir al hotel y cumplir la liturgia de besarnos bajo el agua doméstica, esos otros periplos por los alrededores, cuajados de terrazas y de hombros morenos aderezados por el sol atlántico, hasta acabar sorbiendo alguna bebida deliciosa sobre los improvisados veladores...
Siempre nos sentimos novios, por la edad y por las sensaciones nuevas de mutuo compromiso, aunque luego nos jurásemos fidelidad sobre unas Escrituras y prosiguiera el amor con su vendimia en nuestros corazones recogiendo fruta, porque, al contrario que otras parejas, fuimos alisando las arrugas de los días con el vapor que nuestros cuerpos exhalaban al rozarse, bebiendo el áloe que rezuma la rutina como si bebiésemos cúmel, haciendo del sopor una razón motora para recuperar los ratos perdidos, en la siesta, con otra efervescencia de arrumacos.
En este mismo apartamento escenificamos nuestro matrimonio en luna de miel tópica para unos recién casados pueblerinos. Aquí dormimos juntos la primera vez, que no dormimos, si recuerdas, vencidos por el éxtasis de la ansiedad y por la palpable realidad de compartir un lecho. La noche siguiente logré una rosa, merced a una propina al personal de recepción, y una botella de champán francés, y aguardé a que fueses al baño para olvidar la flor sobre la almohada. Tu reacción fue magnificada y ahí comprendí que me sería imposible engañarte nunca y que estabas al tanto de mi sorpresa, como luego me confesaste divertida con el efecto lenguaraz de la burbujas. En este mismo apartamento amueblamos la felicidad y llenamos los únicos álbumes de fotos que poseo, en su terraza cuajamos instantáneas de sonrisas con el mar al fondo y algún barco de papel a la deriva...
Hoy es el quinto aniversario de tu muerte y yo sigo fiel a la promesa de honrarte. Como cada año desde entonces vuelvo a poner por escrito lo que sentía, lo que todavía siento. Sigo viniendo al mismo hotel porque es donde mejor te palpo, donde mejor sé uncir los recuerdos a mi presente y revivirlos. Por eso siempre he exigido este mismo apartamento que ocupamos, por eso siempre te remito una carta en esta fecha y compro una rosa blanca, que olvido sobre el lecho, antes de emborracharme con champán francés y brindar mil veces con la Luna.
Siempre me quedará el recreo de tus besos, el lujo de mis lágrimas y su abanico azotando el aire de la lejanía. Así suspiro en esta triste habitación sin tu presencia, espacio que fue nuestro, como estos vestigios que aún conservo, notarios de que alguna vez nos abrazamos...
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