IGLESIA DE SAN PABLO DE ÚBEDA

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Iglesia de San Pablo (ÚBEDA)

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domingo, 29 de abril de 2018

RELATO PREMIADO EN EL "HELÉNIDES DE SALAMINA"




 Un auténtico placer recibir el premio de relato 
"HELÉNIDES DE SALAMINA"
por mi texto 
"LA BURBUJA"
en Casar de Cáceres 
el pasado sábado 28 de abril. 



                          LA BURBUJA.                                

Todo empezó cuando Ekall eligió un sitio a las afueras del poblado, allende las palmeras centenarias, para erigir la cabaña de sus sueños. Estaba alejado del centro, la verdad,  a unos doscientos pies más o menos grandes de donde vivía el jefe de la tribu, Kimyo, que significa “Ki Mando Yo”, pero con el carro-taxi tirado por un cebú que hace de transporte público, se podía tardar, como mucho, un par de minutos en el viaje. Así que no le dio importancia al asunto de la lejanía y comenzó a talar bambúes y pimpollos de sicomoro para enjaretar el primer armazón de su vivienda, algo arcaica y sin excesos, ya que a pesar de la tasa de paro de la aldea, que rondaba el seis por ciento según la última EPA (Encuesta de Población nAtiva), pues a Basir le mordió una hiena en el calcañar y estaba de baja con un parte del curandero y Kambusi sufría intoxicación por comerse el intestino descompuesto de un lagarto, la cosa podía ir a peor si las gacelas tomaban las de Villadiego y se iban buscando pastos más septentrionales, o los barbos con rayas lilas, especie endémica, sufrían otra epidemia de moquillo y fenecían a cientos, como el año de marras. Por eso Ekall se autoimpuso la austeridad como norma.
         El lugar tenía vistas a la selva desde su pequeña atalaya, y por el otro lado a la zona de expansión natural, en la que tenía proyectado construir Nueme, en un futuro próximo, un cobertizo para que durmieran sus suegros y evitar los ronquidos en sus esporádicas visitas, a modo de incipiente motel de carretera: con agua corriente, (estaba al lado del arroyo), camas ecológicas de uno cincuenta por cinco pasos (de hojas de palmera) y otros lujos, como paja arrocera en el suelo y asientos de tronco forrados de leopardo, con pieles de antes de que su esposa se hiciese  ecologista.
        
La casa, orientada hacia el sur, llamaba la atención de los vecinos, que hasta entonces no habían reparado en la idoneidad del sitio para construir. Y a medida que progresaba su rudimentaria arquitectura iba siendo la envidia de cualquiera. Por eso el hijo del jefe Kimyo, pidió a su padre que se la regalase como dote para sus próximas nupcias. Ekall se enteró por los rumores del interés del cacique por su choza y se negó en rotundo a cambiarla por dos cabras, un avestruz enano y una vieja chimpancé instruida para espantar a las zarigüeyas. Sin embargo, se dejó caer por sus inmediaciones el taimado Komi, que en el idioma ancestral quiere decir “El Que Va A Komisión” y le explicó lo provechoso que podía resultarle aquel trato si le exigía también al comprador que le nombrase miembro del Consejo de Ancianos, no en balde Ekall rondaba ya los veinticinco, y que le hiciese el encargado del PGOU, es decir, “el que autoriza edificar en los solares públicos y convierte los parques de jirafas en centros comerciales para el trueque y en campos donde practicar el lanzamiento de ubres de búfala rellenos de estiércol, el deporte local por excelencia”.  El precio final, con la intermediación de Komi, superó con diferencia las previsiones más optimistas del vendedor y la gente del poblado se llevaba las manos a la cabeza al enterarse del mismo, pues nadie entendía cómo podía pagarse aquel capital por una vivienda en las afueras. Kimyo tuvo que pedir un préstamo a Bhotyn que significa “El Que De Verdad Manda”. Le prestó tres carneros de Antioquía a devolver en cien lunas, con el incremento de dos perdices australes cada siete, por lo que el jefe tuvo que trabajar por las noches en un espectáculo tribal en las turísticas ciudades próximas de Ben y Dorm para afrontar su compromiso.
         Ekall convenció a su amigo de la infancia, Seoane, para que se asociara con él en el negocio inmobiliario. Debía aportar su búfalo dócil y el carro de cañas, con sus atalajes correspondientes, a la empresa común. Pronto comenzaron a desbrozar la selva de la parte norte para levantar tres pequeñas residencias, las cuáles vendieron sobre plano (de papiro) antes de comenzar a edificarlas, con lo que sacaron veinte cerdos de cría, trece gallinas de Borneo, nueve cabras de pelo rojo y un íbice, que no servía para nada. Tuvieron que contratar a cuatro niños de seis años para que cuidaran del ganado y a dos hombres fuertes para poder entregar las viviendas en el plazo previsto.
         Su siguiente proyecto encontró la oposición del Consejo de Ancianos, porque, entre otras cosas, debían desviar el curso del riachuelo que abastecía a Kombeze, su aldea, la aldea que estaba creciendo más en aquella estación seca que en las diez últimas. Regalaron una cerda preñada al jefe Kimyo, que se puso de su parte de inmediato y convenció a la Asamblea de la conveniencia para la artesanía y el comercio locales de aquella obra. Hubo que adiestrar dos elefantes para acometer el trasvase y transportar madera. Seoane tuvo la idea de ahorrar materiales en las nuevas urbanizaciones y logró casi un treinta por ciento menos de gasto, con lo que el beneficio sería mayor, aunque las estructuras más enclenques, pero nadie lo notaría, a no ser que se moviera la Tierra por un enfado del Dios Sismo. Fueron quince bungalows adosados con vistas a un pequeño lago artificial poblado de flamencos, grullas coronadas y algunas gallinetas, y a un campo de lanzamiento de ubres, por lo que todos los hacendados de la tribu quisieron disponer de una segunda vivienda en propiedad en aquel paraíso. Ya contaban con veinte hombres trabajando a turnos. Tuvieron que venir de otras aldeas oficiales y peones, que para ahorrarse el desacarreo de dos horas andando cada mañana y cada tarde, comenzaron a interesarse por las viviendas de segunda mano, las que quedaban libres tras adquirir sus propietarios una nueva, por lo que este mercado supuso un nuevo empuje para la economía local. Poco a poco los sueldos subieron en la construcción hasta casi lo inconfesable, por lo que los pescadores de barbos con rayas lilas, la especie endémica, y los cazadores de gacelas fueron aprendiendo el oficio e incorporándose a la nómina de EKASESA, la empresa  original: EKAll y SEoane, Siempre Amigos. La prosperidad se instaló en Kombeze y como había muchos semovientes para el canje, se disparó la demanda de los servicios y, arrastrados por ella, los precios de todo. Bhotyn alquiló una céntrica cabaña como sede central de su BANKO, que así se bautizó en suajiri a este modo novedoso de hacer fortuna y que viene a significar “Beneficiarse A Nuestra KOsta. Pronto no quedó nadie que no se hubiese comprometido con un préstamo de 200 ó 300 lunas en todo el valle del río Oouala.
         Al brillo de las finanzas, las nuevas construcciones constaban de dos alturas, dejando la planta de abajo como local en alquiler para los comerciantes y artesanos que llegaron de otros pueblos menos prósperos y que estaban dispuestos a pagar una piel curtida de castor o el hígado de un armadillo cada luna. Se conformó un sistema casi perfecto en el que los elementos de trueque más codiciados, como las cabras de leche rojas y los colmillos de rata almizclera, circulaban de mano en mano a velocidad de vértigo. La propia compañía de Ekall advirtió la necesidad de las gentes de gastar sus fungibles en cualquier sibaritismo y probó con una casa de comidas, donde se servía a diario solomillo de antílope al aroma del marsupial sobre cama de frutas caramelizadas, o criadillas de rinoceronte negro aliñadas con hierbas aromáticas y virutas de coco, siendo el jefe de cocina un viejo caníbal reconvertido, con mucha experiencia en la preparación de la carne, de una tribu casi desaparecida. En vista de su éxito y de su lleno casi diario, los dirigentes de EKASESA abrieron también un concesionario de potentes cebras mansas, para los potentados, y de burritos pigmeos, para sus señoras, pensados para pequeños desplazamientos en el casco urbano y fáciles de aparcar, ambos con aguaderas grandes para cargar las compras del ultramarino y que consumían solamente un par de zanahorias crudas y un  balde de agua cada mil metros. En muchas casas se contrató a una o dos internas, muchas sin derecho a curandero ni a pócimas, que se encargaban de las tareas domésticas y liberaban a las dueñas de quehaceres. Eran chicas venidas de aldeas más pobres que debían permitir que las explotasen laboralmente para poder subsistir, porque la mayoría ni hablaban siquiera este dialecto. El Consejo de Ancianos multiplicó su actividad y convocó cuatro plazas de administración para poder documentar mejor sus presupuestos en las Asambleas con números pintados sobre papiros con sangre de oso hormiguero.       
Así transcurrieron muchas lunas bajo el sol de Kombeze. Ekall no sabía a ciencia cierta ni cuántas personas trabajaban para él, ni los bienes que poseía, aunque se cuidó bien de ocultarlos a los ojos de la Asamblea, por consejo de Komi, para no pagar el estipendio acordado, llevándose los mismos a la ciudad fronteriza de Shuizá, donde le estaba permitido acumular más y más riqueza sin tener que colaborar en las fiestas tribales del mes séptimo, ni en la poda de los baobats municipales, ni en la comida de la red de cebúes públicos, ni en socorrer a los que no podían trabajar por alguna lesión o accidente sobrevenido trabajando para él, o a los viejos y viudas que quedaban desamparados repentinamente. Bhotyn publicitaba su BANKO y otorgaba préstamos sin ton ni son, dejándose llevar por la vorágine de aquella sociedad consumista y desarrollada a la que no la conminaban los importes abusivos de los servicios y los bienes. Ahora estaba permitido pagar hasta en 600 lunas, y la gente se proveyó de los adelantos técnicos más novedosos, aunque tuvieron que trabajar de sol a sol para juntar los intereses que debían. Otros siguieron los pasos de Seoane y Ekall y emprendieron asociaciones semejantes, por lo que se llegaron a construir en la aldea hasta tres campos de lanzamiento de ubres de búfala rellenos de estiércol, ahora perfumado, y más de cuarenta casas entre cada dos estaciones de lluvias, lo cual quintuplicaba las necesidades reales de aquella población que no se veía harta de acumular inmuebles y de agrandar sus deudas. El brujo quiso advertir desde su cubículo del riesgo que corrían, agravado por el abandono de las actividades tradicionales de la aldea, menos lucrativas pero más necesarias, como la caza de gacelas y la pesca del barbo con rayas lilas, la especie endémica,  pero nadie parecía oírle y le tildaban de viejo loco, desfasado y antisistema.
         Un empleado del BANKO pidió ver a Bhotyn una mañana del mes quinto, cuando el celo de los mandriles se desacerba y no dejan dormir a nadie con sus gritos de cortejo. En una revisión rutinaria de las cuentas había descubierto que Moró Soo no pagaba su deuda a tiempo, a lo que llamó “morosidad” en su honor, pues, a pesar de trabajar sin descanso, la subida de intereses acordada en la última reunión se le había incrementado la cuota a niveles inasumibles. La mujer que limpiaba el bambú del despacho de Bhotyn, llamada Karme Le, que significa “La Que Gusta Del Chisme”, oyó la conversación y vio la cara de circunstancias de su jefe, que no podía broncearse más porque era de mucha melanina, y corrió a airear la noticia, magnificándola, por los mentideros del poblado. El pánico se apoderó de los poderosos, al pensar que aquella señal negativa podía afectarles a ellos, por lo que al instante pusieron en venta las casas que habían comprado como inversiones, y muchos artesanos y comerciantes previeron nubarrones y dificultades, confirmados pronto, cuando los de la tribu bajaron drásticamente sus gastos en espera de mejores tiempos. Los que no tenían locales propios decidieron cerrar sus tiendas, y por tanto ahorrarse el arrendamiento, con lo que los dueños de los bajos sufrieron una merma considerable de sus rentas, las cuales dedicaban al pago de los préstamos con los que compraron más locales. Por ello también los poderosos con cuantía de bienes inmuebles pero sin liquidez, se vieron en la necesidad de renegociar sus deudas con el BANKO, que se negó en redondo al contemplar el negro panorama. El abastecimiento de zanahorias comenzó a ser parco, pues la gente comenzó a ir andando a todos sitios para ahorrar mantenimiento en los medios de transporte y muchos pusieron a la venta sus cebras y sus burritos pigmeos de segunda mano. EKASESA advirtió que no iba a poder vender las promociones que estaba construyendo ante la caída del consumo, por lo que decidió suspender las obras hasta nuevo aviso, dejando sin trabajo y sin cobrar a los sesenta y cinco empleados directos, que a su vez, al quedarse en paro, no pudieron hacer frente a los pagos comprometidos en las próximas lunas. Hubo que dar descanso a los cocineros de la casa de comida en vista de que nadie iba a yantar desde el comienzo de la Krisis, que significa “Mal Va La Cosa”, pero que al principio se llamó “ajuste coyuntural” o “burbuja inmobiliaria” por el portavoz del Consejo de Ancianos. Quedaron sin empleo los cazadores de antílopes y de rinocerontes negros, y los recolectores de hierbas aromáticas, y los que endulzaban la fruta. A la casa de huéspedes de Nueme no venía nadie, por lo que la hostelería también se sumó a la Krisis del “ladrillo”, palabra extranjera usada para designar el conjunto de elementos que intervienen en la construcción de una vivienda de ramas. La Encuesta de Población Nativa arrojaba los datos más pesimistas que se recuerdan en Kombeze. Se dijo que los reajustes iban a durar veinte lunas y luego que cincuenta y después que cien, pero Ekall y Seoane desaparecieron con sus familias mucho antes sin que nadie sepa adónde fueron, aunque se sospecha que viven en Shuizá, a veinte lunas de aquí.
         En Kombeze rige la desolación y triunfan los presagios agoreros. El brujo ha fundado un partido político alternativo que cada vez tiene más adeptos. Amenaza la hambruna a los sectores más desfavorecidos del entramado social y las hordas de hombres, sin nada que hacer, aburridos de buscar trabajo y de presentar currículum en los poblados vecinos, se pasan los lunes al sol.                                                         



         FIN                    


2 comentarios:

  1. Madre mía, Esteban, vaya pedazo de relato, me ha fascinado, es buenísimo y claro como la luz. Enhorabuena no ya por el premio sino por tu imaginación, tu arte, tu pluma...

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  2. Me alegro mucho que te haya gustado y te agradezco de corazón esas palabras tan elogiosas. Un saludo Ana.

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