Mi relato titulado "EL MÉTODO NÁJERA" ha sido galardonado con el PRIMER PREMIO "JOSÉ RODRÍGUEZ DUMONT" en el certamen del mismo nombre organizado por el Ayuntamiento de Órgiva (Granada)
EL MÉTODO NÁJERA
Corroboro que recibimos ayer una
llamada a las tres y cuarto de la tarde, tal y como he hecho constar en el
informe. Mi compañero y yo nos desplazamos a la calle Miranda, a la altura del número
15 con el coche patrulla, como tantas otras veces. Tardamos apenas tres minutos
en llegar porque a esa hora no suele haber tráfico, como sabe usted. Allí nos
aguardaba un par de abuelos muy amables, sobre todo él, bien porteados y
sumamente simpáticos. Ella vestía un abrigo de pieles, como de visón, iba muy
maquillada y se adornaba con algunas pulseras que me parecieron valiosas a
simple vista, igual que el collar y los pendientes, todo a juego. También
exhibía un bolso negro enorme que llamaba la atención por su tamaño. El señor lucía
un traje gris con raya diplomática y un bigotito muy cuidado, camisa blanca
impecable con gemelos de brillantes, corbata granate con alfiler compañero a
los gemelos y un maletín de piel marrón, de marca, nuevo a estrenar.
Nos saludaron en la puerta de la
Joyería Nájera e incluso el hombre nos mostró su carnet de identidad sin
nosotros pedírselo para identificarse: Se llamaba Alberto, Alberto Nájera, pero
no recuerdo haber leído el segundo apellido porque creo que lo tapaba con su
dedo pulgar. Dijo que nos había llamado para que estuviéramos presentes cuando
saltase la alarma del establecimiento, pues había olvidado la contraseña del
dispositivo así como el lugar en el que podrían estar las llaves de la cancela
de seguridad y necesitaba urgentemente acceder al inmueble por un asunto indemorable.
Por eso, junto a ellos, aguardaba un cerrajero con toda clase de sopletes y
artilugios, llaves y palancas, junto a su furgoneta, una Fiat Ducato bastante
vieja. Tras nuestro consentimiento, el profesional se dispuso a cortar la
cerradura, no sin mucho esfuerzo, hasta que consiguió, por las bravas,
franquear el acceso a la joyería. Al instante sonó la alarma, como había
predicho el señor Nájera, quien no pudo desactivarla a pesar de varios intentos
parsimoniosos tecleando sobre la centralita. Achacaba a su edad la falta de
memoria y aducía que el que se encargaba de estas cosas normalmente era Víctor,
Víctor Nájera, su pariente y socio, a quien yo conozco de vista aunque no sabía
nada de su familia, pero que había tenido que emprender un viaje urgente por enfermedad.
El hombre se excusó mil veces por molestarnos y, durante el trasiego de la
cancela, hizo comentarios sobre lo mal que pintaban los negocios como aquél por
la inseguridad y la crisis, que cada vez la gente compra menos mercancía y roba
más, y que los autónomos están muy desprotegidos porque todo el mundo se piensa
que son ricos y que se pasan el día de restaurante en restaurante. Al cabo
llegó una patrulla de la Local, atraídos por la sirena y por el grupo de
personas que curioseaban por los alrededores. Los saludamos y les dijimos que
podían marcharse, que estaba todo controlado. Escuetamente les explicamos la
situación y se sonrieron con complicidad al ser saludados por don Alberto,
quien no escatimó en disculpas. Cuando acabó el cerrajero, el señor Nájera le
pidió la cuenta por su trabajo, que ascendía a noventa euros, y le alargó un
billete de cien. Le agradeció la diligencia y la profesionalidad y le dijo que
se quedara con la vuelta como propina. Es más, incluso le encargó que volviera
con una cerradura igual a la que acababa de destrozar para sustituirla antes
del cierre, pues la joyería no podía quedarse abierta después de las ocho y
media, como es lógico. También llamó, en nuestra compañía, a los de las alarmas
desde el móvil y les expuso el problema, invitándoles a reactivar el
dispositivo lo antes posible. Una vez más
se ofreció para lo que necesitásemos y nos obsequio con unos vales para
descontar un treinta por ciento de rebaja en el precio de cualquier artículo de
la tienda y, tras reiterarnos la importancia de nuestro trabajo y la prontitud
con la que habíamos acudido a su demanda, nos despedimos afablemente quedando a
disposición mutuamente.
Ya no volvimos a saber nada de
ellos hasta que a eso de las cinco recibimos otra llamada, esta vez del
verdadero dueño de la joyería, don Víctor Nájera, denunciando el robo de la
misma.
Comprenda,
señor Comisario, que el modus operandi, de puro simple, nos ha cogido
desprevenidos a Gutiérrez y a mí, aunque entiendo que debe ser difícil
explicarle al joyero nuestra negligencia y ahora mismo debemos ser el
hazmerreír de toda la Policía. Y sí, ya he comprobado en los archivos que hay
treinta y cuatro joyerías llamadas Nájera en España, y que once de ellas han sido
desvalijadas en los últimos meses con el mismo método por don Alberto y su
señora.
FIN
Genial!
ResponderEliminarGracias Jana de la niebla por tu comentario. Me alegro que te guste.
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