LOS MEDIOCRES
Tal vez por las esquinas de mis días
deambulo sonámbulo,
extranjero
de mí mismo,
levantando relámpagos de arena en mi desierto.
Rafael Alfaro
(Tierra enamorada)
Donde empiezan a brotar las certidumbres,
a saltos de caballo en un damero,
metáfora que ahorra rebeliones
a gente como nosotros,
los mediocres,
gente que se deja bogar corriente abajo
echando de menos sus raíces.
En las redes invisibles que surcan la memoria
y sirven de soporte a la materia
cuando dos cuerpos se abrazan en la sombra
y se reparten las migajas de su soledad
creyendo inaugurar algún refugio
donde estar a salvo de intemperies,
pero solo se descubren derrotados
a la luz del nuevo día
y no distinguen dónde ir a arrepentirse,
ni por qué,
cuál camino puede llevarlos de regreso
al principio de su historia,
qué alimento repondrá sus famélicos espíritus
ahora que lo saben.
En lo alto de un muro que separa dos ambientes,
por donde no paran de trepar las salamandras,
los indicios patrocinan ilusiones
que se van quedando sin gas
a medida que se avanza por el precipicio,
porque todo consiste en regresar de un viaje
que nos decepciona, bajar del muro
tras descubrir atónitos que el otro lado de la tapia
es idéntico a este lado.
Solemos llamarlo amor,
pero puede ser melancolía, miedo a la soledad
o cualquier cosa.
O quizás querer sea precisamente lo contrario,
dejar el puerto sin la seguridad de un rumbo cierto
montando al equino que progresa en eles
lejos del cedazo, abrazar cada encrucijada
con ojos primerizos, apoyarnos en el otro
como un báculo sin garantía contrastada
e ir abriendo telarañas de algodón en los armarios,
cuando esas pequeñas burbujas de champán
las sientes dentro, aun antes de servirte la primera copa,
y la risa es una campanada que se abre.
Tal vez amar consista en volver a sufragar expediciones,
en repetir el camino muchas veces por el muro
a lomos de una salamandra
hasta descubrir que al otro lado de la cima
se puede ser tan feliz como a este lado:
solo cambian los ojos y los tiempos
que avanzan con sus eles por el dogma
llevándonos a cuestas a nosotros,
los bisnietos de la ira de don Dámaso.
Los auténticos protagonistas.
Los mediocres.
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