Certamen de Poesía Milagros Cacho Párraga
EN ÓLVEGA(SORIA) POR MI POEMA: "10 A.M. Celebración, olvido, desencanto".DIEZ (a.m.): CELEBRACIÓN. OLVIDO. DESENCANTO.
Nadie se acuerda, pero es mi cumpleaños, estoy casi segura.
Nadie me pregunta porqué llevo tan temprano el pelo suelto
y las entrañas con rímel. Amanece bronca,
pero echo un reojo al almanaque y me cercioro
antes de llorar en las tostadas.
El juez de la costumbre archiva mi denuncia por falta de preaviso
(me recuerda que han de pasar al menos veinticuatro horas)
y les otorga a ellos el beneficio de la duda.
Se fueron, los unos a la escuela, el otro a la oficina,
y yo me quedo sola sorbiendo un café con estricnina
y soplándome las velas, como siempre.
Me planteo, mientras quemo con la plancha una corbata,
la rebelión más silenciosa, una huelga de celo,
repartir pasquines por todos los rincones de la casa
pidiendo un referéndum por mi independencia,
pero no es constitucional, según han dicho por la radio en la tertulia.
A la vez, mi imaginación vuela por las nubes, libérrima,
sabiendo que cualquier electrodoméstico caliente es un lastre
y todo plan de vuelo una hipótesis adolescente que acaba en simulacro.
Cómo odiaba los días con horarios y patrones de conducta
y sin embargo mi vida es una fotocopia pegada con imanes en el frigorífico,
en el que están a punto de caducar dos yogures desnatados y algunas ilusiones.
Hay algo que se inflama en las meninges cuando paso al lado del espejo
y escucho un susurro derrotado, un aliento en ciernes
que me cuchichea al oído: “te vas abandonando a la estulticia”,
¡el miserable!,
o me pregunta por aquella chica pizpireta que antes se asomaba por mis ojos
y que hace un tiempo que no viene.
Se desgarra un canelón en mi intestino cuando se oyen estas cosas,
y pongo a cocer lentejas que fueron lentejuelas no hace tanto,
busco “estulticia” en un diccionario de sinónimos
y me derramo encima un bote de tomate frito
como si me hubieran acribillado la ternura
a ráfagas de ninguneo.
Me refugio en el tráfico y en el murmullo de las nimiedades.
Levanto una tormenta en el desierto de mi alcoba
con la harina de rebozar croquetas
y quisiera dormirme acurrucada en un peluche
y que me despertaran con un pétalo.
Pienso en todas las renuncias implícitas que no firmé y en las que sí.
En los romances dulces de los trece años a la puerta del colegio.
En los besos torpes que sabían a bollycao y a mandarina.
Definitivamente no me queda ningún síntoma
de aquella felicidad que me diagnosticaron.