IGLESIA DE SAN PABLO DE ÚBEDA

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Iglesia de San Pablo (ÚBEDA)

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domingo, 11 de mayo de 2025

PREMIO "YOLANDA SÁENZ DE TEJADA" EN EL BONILLO

 

Bases XIV certamen internacional poesía Yolanda saenz de tejada 2025 EL  BONILLO

Mi poema "CICATRICES" ha sido galardonado con el segundo premio del certamen de este año.

Espero que os guste:

Sus rúbricas son siempre cicatrices

sobre el blando papel de mi epidermis,

deletéreo aluminio que tatúa, 

sin ningún argumento razonable,

sin que yo oponga resistencia,

sus huellas estentóreas en mi nieve.

 

Si viene con el brío generoso

(generosamente ebrio)

además me amorata la autoestima

(y el pecho, y la garganta, y la cintura)

cuando piensa en mi débil entelequia

como en un juguete roto

a disposición de su albedrío.

 

Y continúa odiándose en silencio,

y, como casi siempre que se odia,

golpea mis vísceras sin causa

para amargarme la vida lentamente

entre gritos en fuga que se mezclan

con líquidos sonámbulos.

 

Su excusa perfecta son los celos:

la obsesión por poseerme hasta la médula

y la incongruencia de quererme con locura

enturbian su sentido -según me vocifera-

como banda sonora de su furia

cuando da rienda suelta a su violencia

y me agrede con saña troglodita.

 

Su teatro preferido es nuestra sala

y su público dilecto nuestros hijos.

 

Si me arreglo me insulta con vocablos

la fiebre que calienta su garganta,

y a pasos de gigante se agiganta,

y sus manos se vuelven manicomios

de garras y puños gananciales.   

 

Si no me arreglo me reprocha,

en su lenguaje de golpes sin sentido

bajo el amortiguador de alguna almohada,

soeces vocablos de insolencia en frases 

que no pueden repetirse sin oprobio.

 

Me siento involuntario pergamino 

abierto a su prosodia,

a su impulso banal y sustantivo,

ciega amargura de una infancia triste

escrita con tinta, roja o blanca:

sangre cuando dice que me odia

y esperma cuando dice que me ama;

que nunca distingue una, en su ignorancia, 

con la boca reclusa entre cojines,

si entre ambos existen diferencias.

 

domingo, 4 de mayo de 2025

ACCÉSIT EN SAN FULGENCIO


Mi relato "DINÁMICA DE FLUIDOS" ha sido distinguido con el accésit del certamen de relato "VILLA DE SAN FULGENCIO". 

Espero que os guste:

DINÁMICA DE FLUIDOS

                                                                                              

Estoy solo, solo y dolorido, y, por lo que sea, me apetece no llamarte por teléfono, no hablar contigo, no transmitirte mi desasosiego, del que no eres en absoluto cómplice ni causa. Me queda poca batería y es también por eso, quizás solo por eso. He solicitado a una auxiliar un trozo de papel y un boli, que no necesitan conexión eléctrica todavía en su versión bic cristal y folio en blanco. Le ha extrañado mi petición: se ve que no suelen atender próstatas narrativas en esta época.

Quiero y no quiero que intuyas mi estremecimiento, mi miedo, mi previsión nefanda de futuro analizando lo que me rodea, al que sin duda me acerco al ir sumando dígitos; aquí, rodeado por ancianos que dicen disparates y se quejan de estigmas que la soledad y el tiempo les han adjudicado sin subasta; por alguien que pide, por favor, un bote para orinar su miseria y cuya voz apenas sobrepasa el perímetro de sus sábanas, cada vez más urgente, decayendo ciertamente hasta saltarse la baranda de la resignación o del pudor y consumar el pujo; o por otro, seguramente irreconocible para sus seres queridos desde hace mucho, que reclama metadona con voz barítona y a quien calman con una inyección tranquilizante en la vía que desemboca en el delta de su brazo…

Es viernes de madrugada en el hospital y no acabo de acostumbrarme a su digestión de turnos, gritos sordos, muecas que en la penumbra solo se intuyen, pero que las noto flotar entre las camas del pabellón como ellos, sus ocupantes, deben notar las mías. Es una sala mal distribuida, mal ventilada, caótica, llena de perchas caricaturizadas pero funcionales para sujetar los continentes del suero, atestada de aparatos arrinconados, en espera de saltar a la cancha en algún momento de emergencia de alguno de nosotros; una nave rectangular con más inquilinos de la cuenta, con personal de todas las condiciones deambulando entre goteros, pantallas con luces que marcan números digitales, de las que penden vidas, y alguna excentricidad con cables que pasa desapercibida cuando te vas habituando a la cruda permanencia sin filtros de color, sin ambages en la percepción de tu estado. 

El oído se acostumbra, descarta los ruidos conforme pasan las horas y el cansancio vence al pulso y cierra mis párpados, y me traslada cerca de ti por un instante para alejarme luego con brusquedad y sin aviso, como en una alfombra mágica o en el vórtice de un tornado fugaz, de nuestro dormitorio; hasta que esa sensación, o sueño, o lo que sea, me devuelve al reino de los débiles, al escenario grotesco de la naturaleza en estado puro. Pero estar un rato contigo, aunque sea de esa manera onírica, para mí significa mucho: me da la fuerza interior suficiente para soportar los estigmas que requiere cada cura, cada lavado con una jeringa, que extrae mis jugos íntimos sin conmiseración, y me renueva la energía para enclavijar los dientes y burlar las astas de las agujas que me embisten con la intención de restaurar mis entresijos. Sólo tú recuerdo es su artífice. Sólo tú eres el aliento indeleble que respalda mi coraje y mi voluntad en este vía crucis moderno.

Tengo una sonda uretral -me la han instalado hace un par de horas- por la que fluye un líquido que parece agua de lavar carne -como dicen las enfermeras- o lambrusco -como yo prefiero denominar su color sanguinolento-. Estoy pendiente de su flujo y a veces me desespero porque no entiendo la dinámica de los fluidos. Cuando creo que no cumple la misión para la que me fue implantada, levanto la goma y el líquido sube la pendiente en contra de cualquier lógica y a favor de mi empuje, hasta que alcanza la cumbre de mi osadía y, entonces, cuando lo más fácil sería precipitarse a la bolsa residual cuesta abajo y sin freno, decide regresar hasta el origen, desandando su periplo lento con rapidez no mostrada antes y desafiando la ley gravitatoria, de la que parece escapar impunemente, y decepcionando mi anhelo. Antes de darme por vencido en mi obsesión por llenar el depósito de los residuos, también le provoco dobleces a mi cordón umbilical, como intentado provocar un vacío de presión que aligere el tránsito, recordando viejas enseñanzas del instituto, pero nunca consigo su avance. He debido olvidar por completo las leyes de la Hidráulica.

En fin, no sé porqué te cuento estas pequeñeces sin sentido, estos pánicos psicológicos y escatológicos a la finitud de nuestra genética que se traducen en maniobras absurdas, en reflexiones de alguien que se está dando cuenta de haber atravesado el túnel de demasiadas décadas sin apreciar los detalles que prestigian la existencia. Verte es uno de ellos, pasear contigo es otro, comer juntos, despertarme oliéndote el cabello y abrazarte como si la ternura se regenerarse al dispensarla o tuviese suficiente en mi mochila para despilfarrarla sin comedimiento mientras viva, mientras vivamos. Abrazar a nuestros hijos también y, a tu lado, acompañarlos en su andadura, transmitirles confianza y optimismo evitando en sus miradas el drama del paso de las vicisitudes por mi carne y dando para ellos una mano de pintura alegre al horizonte.

Aunque no lo creyeses, si llegaras a leerla -aún no he decidido mostrártela porque sé que la capa freática de tus lágrimas roza siempre los lacrimales cuando te hablo de nosotros- esto es lo más parecido a una carta de amor, de necesidad, de deseo, de confesiones existenciales, que he escrito nunca. Te echo de menos visceralmente, como un niño asustado, como un náufrago a la deriva cuando el frío le va comiendo los cartílagos, y no hay islas avizor, y ve que no llega a ninguna parte.

Quiero reponerme para volver junto a ti, mi lugar preferido en todo el universo. Para redescubrir los secretos que ya ni nos planteábamos, los gozos repetidos, las rutinas de los viernes y los sábados, la dicha de entrelazar nuestros dedos como una inercia voluptuosa de la convivencia y que parecemos obviar a cada instante, presuponiendo que siempre estarán disponibles, que siempre estaremos disponibles el uno para el otro. 

Creo que no voy a permitir que pasees tus ojos por estos renglones sucios y poco paralelos, no vaya a ser que desentierres la profunda melancolía que subyace y te creas que me estoy desilusionando contigo, aburriendo, desesperanzando, diciéndote lo contrario de lo que pienso. Es al revés, pero quizás mis facultades como redactor de cartas amorosas hagan que descubras, junto a la confesión eterna de mi cariño por ti, el cual te garantizo con todas mis fuerzas y ganas, aunque no estalle a primera vista en estos párrafos, esa otra incógnita que va sembrando telarañas en mis ilusiones y en mis expectativas y aparece sombreada a lápiz en el poso de sus letras.

Voy a releer con detalle y con parsimonia cada trozo, si es que entiendo mi propia caligrafía y la tenebrosa iluminación continúa de mi parte. Pronto sabrás mi decisión de entregártela o no, que dependerá en exclusiva del sabor reminiscente, en el retrogusto que me quede en la memoria tras reproducir de nuevo las palabras entre el bisbiseo de mis labios. 

Ahora he de concluir este resumen de reflexiones vitales a la escasa luz ambiental de una zona de observación para enfermos que no hemos vuelto a casa tras ser atendidos en las urgencias de un hospital comarcal – ¡qué poco se necesita en las situaciones extremas para sacar a relucir lo más secreto de nuestros corazones y nuestros pensamientos!- pues el tiempo sigue arrollando con su tren las casetas de ese futuro inmediato que se nos escurre como una anguila entre los dedos fríos; pero concluyo, sobre todo, porque acabo de darme cuenta que la bolsa de cuatro litros que envasa mis micciones, esas con el color del agua tras lavar la carne, -como adjetivan las enfermeras- o mejor color lambrusco -como prefiero yo-, acaba de llegar a la última raya de su capacidad y de mi paciencia.

                                                           

 

FIN

 

sábado, 26 de abril de 2025

SEGUNDO PREMIO EN HARO

 Vuelvo a recibir el segundo premio del certamen de relato 

"SAN FELICES DE BILIBIO". 

Enhorabuena a mi amigo Faustino Lara, que ha ganado el primero y además me hace el favor de representarme.




TERCER PREMIO DE POESÍA EN LA CAROLINA

 Mi poema 

"TIEMPO DE DAMAJUANAS" 

ha resultado galardonado con el tercer premio del certamen. 


Enhorabuena al resto de ganadores.

domingo, 22 de diciembre de 2024

BALANCE DE 2024


En cifras, han sido 19 distinciones, 
siete más que en 2023, 
y algunas especialmente perseguidas 
a lo largo de los años: 


9 en poesía, 
3 en microrrelato 
y 7 en relato

11 primeros premios
6 segundos
1 tercero
1 accésit 

además he sido finalista en unos cuantos más.

Por provincias:

Cádiz (2)
Ciudad Real (5)
Córdoba (1)
Jaén(2)
La Rioja (1)
Las Palmas (1)
Madrid (1)
Málaga (2)
Tenerife (1)
Valencia (1)
Valladolid (1)
Zaragoza (1)

Espero no perder la ilusión por escribir y participar y que el año que viene sea más favorable (o al menos igual de prolífico en creación y resultados) 
¡¡¡FELIZ 2025!!! 
(Sí, es un copia y pega actualizado del año anterior)

lunes, 25 de noviembre de 2024

NUEVO RECONOCIMIENTO A UN MICRORRELATO MÍO EN TENERIFE

Ganadores del V Concurso de Microrrelatos contra la Violencia de Género de Santiago del Teide

Las obras premiadas en categoría general e “IES Serafín Pardo” reflejan el compromiso con la igualdad y la lucha contra la violencia machista

 El Ayuntamiento de Santiago del Teide ha revelado este lunes 25 de noviembre, coincidiendo con la conmemoración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra las Mujeres, a los ganadores del V Concurso de Microrrelatos contra la Violencia de Género.

Este certamen tiene como objetivo sensibilizar a la población sobre la violencia de género, promoviendo los valores de respeto e igualdad, con la meta de erradicar esta lacra social entre todos y todas.

Premiados

Categoría General

 Primer premio (500€): Rocío Graffigña González por su microrrelato “LIBRE Y SOBERANA”.

 Segundo premio (300€): Carla María Gil Peña por su obra “RECETA PARA LA ESPERANZA”.

 Tercer premio (200€): Esteban Torres Sagra por su microrrelato “TOLERANCIA CERO”.


martes, 19 de noviembre de 2024

PREMIO DE MICRORRELATO EN LA SOLANA


 Mi microrrelato "EL FRÍO DE CIUDAD REAL" 

ha sido distinguido con el segundo premio de este año por el grupo Pan de Trigo de La Solana.


EL FRÍO DE CIUDAD REAL

 

Mi padre era un hombre muy atractivo que se ganaba bien la vida como comercial de máquinas de coser. Con las futuras clientas solía emplear todos sus encantos con tal de conseguir la venta y su correspondiente comisión. Hubo semanas que facturó más de veinte aparatos yendo de domicilio en domicilio a horas en las que cogía a las mujeres desprevenidas y solas. Mi madre era quien mejor lo conocía y se imaginaba al dedillo los métodos que empleaba, pero se hacía la tonta porque había supeditado su propia felicidad a nuestro confort, especialmente le preocupaba que no pasásemos nunca frío. Estaba obsesionada con las bajas temperaturas porque se crio en un pueblo de Ciudad Real, en una casa con demasiadas rendijas y poca leña. Por esa condescendencia y comprensión el matrimonio de mis padres duró hasta el final, lo sé; por eso y porque el señor Emilio venía a casa a traerle todas las mañanas, incluso en verano, en cuanto se iba mi padre a trabajar y nosotros a la escuela, un saco de carbonilla.  

 

PREMIO DE POESÍA EN ORCERA

 

CARTEL V CERTAMEN LITERARIO

Mi poemario 

"LA PATRIA POTESTAD DEL ELEFANTE"

ha sido distinguido con el segundo premio de poesía del certamen 

"GUILLERMO FERNÁNDEZ ROJANO"

PREMIO SÍMBOLO "JARAÍZ" DE POESÍA EN VALDEPEÑAS

011224 VA CATA VINO NUEVO TRASCACHO 1

Mi poema "IGUAL QUE ANTES" ha sido distinguido con el símbolo "JARAÍZ" en el LV certamen de poesía: 

"CATA DEL VINO NUEVO Y ANOCHECER POÉTICO" de Valdepeñas (Ciudad Real). 

Es el cuarto símbolo que obtengo de los cinco que se entregan anualmente. 

           

viernes, 1 de noviembre de 2024

SEGUNDO PREMIO DE RELATO EN QUINTO

IV CERTAMEN

Mi relato "MI AMIGO MANOLITO" ha sido galardonado con el segundo premio en el certamen PUNTOFINAL de Quinto (Zaragoza)

MI AMIGO MANOLITO

 

El cementerio de mi pueblo es pequeño, tan pequeño que solo tiene un par de calles minúsculas; dos hilos cortitos de lápidas que se cruzan entre sí al llegar a una plazuela, no del todo redonda, presidida por una cruz grande en el centro. Es como una rotonda para peatones. Y hay una frase, escrita en una bufanda de piedra que cuelga de la cruz, sacada del Evangelio, que dice: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá, aunque muera; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás”.

La he leído mil veces. La leo cada vez que vengo y aún sigo sin saber qué significa: a los mayores, si les preguntas por las cosas de la Muerte, les cambia la cara y nunca te responden nada que te aclare algo.

Es un sitio al que siempre que vas no encuentras a nadie dando vueltas por allí, aunque todo está repleto de flores -no sé quién las pondrá porque nunca hay gente- por lo general, de plástico; flores que se dejan poco a poco su color a fuerza de aguantar la lluvia y el aire, el sol y los pájaros, las avispas y el granizo, aunque yo creo que es la soledad la que más desgasta sus pétalos artificiales; pétalos que al final se desintegran en los dedos como si fuesen de ceniza y dejan un polvillo oscuro, como de ala de mariposa, y un esqueleto de alambre oxidado. Aunque también las hay de verdad, flores de verdad, quiero decir, la mayoría amanojadas en ramilletes secos. Las flores naturales duran muy poco desde que las dejas: dos o tres semanas como mucho; por el calor -dicen- y por el viento, por la lluvia, por el granizo, por las avispas… pero yo creo que también, o sobre todo, por la soledad.

Suelo ir con mamá. Mientras ella friega el mármol donde están enterrados sus padres y sus abuelos; es decir, mis abuelos y mis bisabuelos, con una bayeta y un cubo de agua con lejía, yo correteo sin parar entre las lápidas y me subo por ellas como si fuera Spiderman; o, si me llevo el balón, regateo a los ángeles que hay esculpidos por las esquinas de los panteones y chuto con fuerza sobre la entrada de la capilla, que me sirve de portería. 

Cuando me harto de saltar y de esconderme de los villanos imaginarios que me persiguen, me paro y les digo que ya está bien, que no quiero jugar más y que me dejen en paz de una vez; y, entonces, hago lo siguiente que más me gusta en el cementerio: mirar las fotografías de los que están enterrados y sacar las cuentas de su edad: es muy fácil, solo hay que restar dos cantidades y ya sabes los años que tenía. 

La mayoría murieron a los ochenta y tantos, por ejemplo: Eligio Perales Luna, un vejete sin dientes que aparece sonriendo debajo de un sombrero antiguo, nacido en 1901 y muerto en 1988, a quien no olvidarán nunca sus hijos Palomo y Sebastiana; o Milagros Jumilla Calderón, que vivió entre 1930 y 2012: tiene los labios oscuros y la foto debe ser de cuando se casó, pues no tiene arrugas y parece una actriz de películas en blanco y negro, con los ojos tan grandes que no le caben en la cara. Luego hay otros que tengo que preguntar a mamá si he hecho bien la cuenta o no, porque me resultan cantidades muy pequeñas, como 5, ó 22, ó 19. Cuando le digo el nombre y los años que me salen en el sustraendo, ¡no!, en el sustraendo no… en el minuendo, ¡no, en el minuendo tampoco!... ¡en la diferencia!, ella generalmente se pone muy triste y me habla de cómo se fueron -siempre conjuga el verbo “irse” para hablar de los muertos- y quiénes eran sus padres, o hermanos, o novias, o amigos. Mamá conoce perfectamente a todas las familias del pueblo y se lía a hablar de los detalles, de cómo “se marcharon” tan pronto, por lo común a causa de un accidente de coche o por una enfermedad maligna que se llama “cáncer” o “tumor”, según el médico que te toque en suerte.

Otra cosa que hago es una lista con todos los nombres que se usan para referirnos a ellos: finado, difunto, fallecido, muerto, cadáver, exánime, alma, espíritu, fantasma, espectro…(si sabes alguno más, por favor, mándame un correo) y el último que he incorporado es “idos”, en honor a la costumbre de mamá con el dichoso verbo. 

Un día me encontré una calavera, en realidad la descubrí. Fue al día siguiente a una nube de verano con pedrisco que descarnó la tierra. Vi algo relumbrar con el sol y me puse a escarbar con un palo a su alrededor hasta que saqué el cráneo de alguien. Me lo metí debajo de la cazadora y me llegué hasta el grifo de la entrada para quitarle los restos de tierra, que ocupaban el lugar de los ojos y la parte de dentro, sin que me viese mamá. 

Mola un montón. No se lo he dicho a nadie, ni siquiera a mi amigo Agustín. Lo escondo entre unas adelfas que hay junto a la tapia cuando nos vamos y siempre que vengo, desde entonces, juego con “Manolito”. El nombre me lo he inventado y le viene como anillo al dedo. Unas veces lo pongo en lo alto de una cruz y me sirve de vigilante para cuando me persiguen los villanos - me avisa moviendo un poco la mandíbula cuando los ve- y otras lo utilizo, si me llevo una pelota, como poste: él es uno de los lados de la portería y el otro suele ser la mochila en la que mamá trae sus trastos de limpiar las tumbas -porque a mamá no le gusta que dé balonazos sobre la puerta de la ermita- El larguero ya es cosa de mi imaginación. 

Ella se quedó de piedra el día que me descubrió con él y tuve que asistirla con un poco de agua porque casi se desmaya sobre el bote de la lejía, con la bayeta en la mano y todo. Dijo que ya no me iba a llevar más al cementerio, que era pecado jugar con los muertos, ¡pecado mortal!; aunque, por su tono, no la vi muy convencida de que fuera tanto pecado hacerse amigo de una calavera. Por eso sigo acompañándola -pienso que también porque le da un poco de reparo venir sola- aunque tuve que prometerle que cavaría un hoyo bien profundo en el sitio en el que la encontré y que devolvería a Manolito otra vez a la tierra de donde lo saqué. Cada vez que voy le llevo un manojo de flores recién cortadas y le quito las marchitas del bote del nescafé. 

Yo no distingo mucho en qué nos diferenciamos los unos de los otros, los vivos de los muertos. En el fondo somos casi iguales: nosotros vivimos en el pueblo, ellos en el cementerio; nosotros tenemos nuestras casas, ellos sus sepulturas y sus nichos; todos somos conocidos por un nombre y por unos apellidos que están escritos en los buzones o grabados en las losas, según; todos dependemos de unas fechas que nos marcan: a unos solo el comienzo, a otros el comienzo y también el final; nosotros venimos a traerles flores, ellos nos dan las gracias en silencio por no olvidarlos nunca desde los ojos de sus fotografías. 

Están en otra dimensión, eso sí, como en un videojuego cuando eres muy hábil y vas pasando pantallas, hasta que terminas la partida batiendo el récord y necesitas un nuevo reto, un nuevo mundo o algo parecido, como pasar del modo “easy” al “hard”, o al “extreme”. 

Lo suyo debe ser otra fase que aún no comprendemos, pero estoy seguro que forma parte de nuestro mismo juego, aunque cambie la versión, y por eso, supongo, que no tiene que ver mucho la edad para morirse. 

Cuando sabes lo suficiente y superas las dificultades, o tienes suerte y evitas las trampas ocultas con los trucos aprendidos en internet, alguien, o algo, te llama para que formes parte de su equipo estrella y entonces dejas de vivir en el pueblo y te mudas al cementerio, como si estuvieras en una concentración de deportistas.

No lo entiendo de otra forma y por ello cuando algún familiar o conocido decide “irse”, como dice mi madre, no me entristezco demasiado: yo sé que ha subido de nivel, que ha recibido la llamada del entrenador porque ya era suficientemente bueno en lo suyo, porque ya era suficientemente bueno en esto de vivir. 

Siempre que me deja mamá, la acompaño al velatorio del finado, del cadáver, del difunto, del fiambre, del espíritu… Procuro acercarme a la caja despacito y, cuando nadie mira, susurro cerca de la oreja del recién “ido” que haga el favor, si lo ve, de darle muchos recuerdos a Manolito de mi parte.     

 

 

 

FIN    

lunes, 28 de octubre de 2024

PRIMER PREMIO DE MICRORRELATO "CARDENAL MENDOZA"



Finalmente, el andaluz 

Esteban Torres Sagra gana el XIII Certamen 

Internacional Cardenal Mendoza

28 October 2024

Cerca de dos mil microrrelatos, procedentes de 28 países, compitieron por los premios.

Ante las coincidencias sustanciales de la obra considerada ganadora del primer premio, “Amada mamá”, con otro microrrelato ganador de otro concurso y ya publicado, el jurado del XIII Certamen Internacional de Microrrelatos Cardenal Mendoza, ha decidido retirar el galardón a dicha obra y otorgarlo a “Dicotomía post mortem”. Por tanto, la relación de premios queda así:   

  • Primer Premio: “Dicotomía post mortem”. Se trata de un minicuento de carácter escatológico y limpio sentido del humor. Su autor es Esteban Torres Sagra, funcionario de Carrera residente en Úbeda. Como escritor, ha obtenido diferentes premios de poesía y narrativa y ha publicado diversos libros.

  • Segundo Premio: “De locos”, una reescritura de "Alicia en el País de las Maravillas”, escrito con la prosa victoriana de Lewis Carroll. Es original de la narradora catalana M.Carme Marí Vila (Barcelona, 1969).

  • Tercer Premio: “Con el escalpelo”, de Jesús Jiménez Reinaldo (Tudela, Navarra, 1962), una intriga criminal narrada con inquietante precisión. 

  • Mención Cardenal Mendoza Non Plus Ultra, al microrrelato que mejor potencie la imagen del brandy de Jerez: “Qué va a ser”, de Sergio Rozalén Gil (Valencia, 1972), residente en Reino Unido. Su relato recrea la filosófica conversación entre una consumidora de brandy de Jerez y un camarero.

El jurado, presidido por Mauricio Gil Cano, ha estado integrado por las poetas Josefa Parra Ramos, directora de la Fundación Caballero Bonald, y Ana Sofía Pérez-Bustamante Mourier, doctora en literatura, investigadora y crítica; así como por el narrador, catedrático y crítico José López Romero y por Francisco Javier Requejo Bohórquez, consejero delegado de Sánchez Romate Hnos. S. A.   

  Al certamen Cardenal Mendoza han concurrido en esta ocasión 1836 microrrelatos, procedentes de veintiocho países. El fallo del jurado y los microrrelatos premiados pueden leerse en la web https://www.cardenalmendoza.com/es/blog . El Certamen Cardenal Mendoza se ha consolidado como referencia en la narrativa brevísima hispana con su peculiar maridaje entre microficción y brandy de Jerez.  

Enhorabuena al resto de los premiados.


PRIMER PREMIO: “Dicotomía post mortem”, original de Esteban Torres Sagra, residente en Úbeda (Jaén).

DICOTOMÍA POST MORTEM


Aunque los asuntos teológicos no preocupan demasiado, la Santa Sede confirmó, en rueda de prensa —seguramente por esta moda de lo políticamente correcto— que el Infierno ahora pasaría a denominarse Paraíso C, el Purgatorio —otra vez vigente— B, y el Cielo de toda la vida, A.
Lo malo es que, en las sentencias finales —todavía no han hecho las actualizaciones informáticas— no especifica letra- Si pides aclaración, la página da error 666 —¡lagarto, lagarto!—.
Así, llegada mi hora, seguí sin aclarar dónde viviría —o moriría— eternamente, pues méritos acumulaba de sobra para vencer hacia cualquier lado la balanza.
Como es preceptivo vendarte los ojos al entrar, al devolverme la vista, continué desconcertado: no entendía si aquel placer pecaminoso presagiaba “calderada”. o si era mi bienvenida al “Paraíso Premium”, pues Pedro —Botero o Simón, según— me esperaba con una copa ventruda de brandy de Jerez en cada mano.

Esteban Torres Sagra

sábado, 5 de octubre de 2024

PRIMER PREMIO DE POESÍA "FUENTES DE LA EDAD"

 

Tengo el placer de anunciar que mi poema "APÓCRIFO TESTAMENTO" 
ha sido distinguido con el Primer Premio de poesía del certamen 
"FUENTES DE LA EDAD", 
convocado por la asociación del mismo nombre en  Valladolid.


APÓCRIFO TESTAMENTO.              

 

 

Arrendatario de goces

y de cuitas heredero,

afilo el pretil metálico

-perla que brilla sin serlo-

 y arranco el frío que pace

por la humedad de su cuerpo

con una piedra amolada

que guardo entre mis trebejos.

 

Luna gris entre dos lunas

repujada sobre cuerno,

relámpago que desbasta 

esquirlas al aguacero

y las convierte en quimera, 

envidia de los espejos.

 

En mis iris fulge su hoja 

y mis ojos lo hacen dentro

de su frágil catenaria

remedando el universo.

 

Su cómoda empuñadura

se prolonga entre mis dedos

y engalana un escenario 

donde afloran sentimientos

que parecían perdidos

en las hacinas del sueño.

 

Se descorren las cortinas

con las ráfagas de viento 

y echan a volar nostalgias

que estremecen el silencio.

Campa el aire por la estancia

y despeina mis recuerdos:

canciones de vino verde

sobre los peces de acero

retumban sus alharacas

entre paredes de yeso.

Cucharas y tenedores

sobre una mesa sin centro

comparten manjares pobres

con chacinas y pan tierno

partidos con la navaja

que se acurruca en mi seno.

 

En mis iris brilla su hoja 

y mis ojos lo hacen dentro

de su bello desafío

emulando al firmamento.

 

Entresijos familiares

se confunden entre versos 

con estampas infantiles

en las piernas de mi abuelo,

sentado en cada velada

como en la proa de un velero

sobre sus óseas rodillas,

enjutas como sarmientos,

y vuelven a emocionarme

al evocar el misterio

de su voz recia y antigua

recitándome algún cuento.

Sólo queda esta navaja

entre sus cosas de viejo

de las muchas que tuviera.

Seguro que perdió cientos

al cabo de tantos días

y tantas noches de invierno:

ignotas en el monte unas,

otras… junto al olmo seco;

las más, prestadas, sin duda,

a un vecino descuidero

que se olvidó devolverlas

al redil de los cubiertos.

 

En mis iris bruñe su hoja 

y mis ojos lo hacen dentro

de su hermoso escalofrío

escarbando en mis cimientos.

 

Sólo queda esta navaja,

notaria de los eventos, 

alimentando rumores

al aire de su concierto

de muelles que se resisten

a ser sólo teloneros,

y dan fe con sus robines

y con su halo polvoriento

de lo que nunca aprendimos:

no nos sirven como ejemplo

las lecciones magistrales

sobre el transcurso del tiempo,

ni se asume su dictado,

ni se comprende su verbo

hasta que no se conjuga

en el futuro imperfecto,

hasta que corta los hilos

el docto titiritero

y la marioneta que somos,

buscando su cementerio,

sin memoria y sin palabras,

se descoyunta en el suelo.

 

En mis iris bruñe su hoja 

y mis ojos, ya sin fuego,

dejarán para otros hombres 

su apócrifo testamento.