Mi romance de ciego "A LA LUZ TENUE DE LAS TEAS" ha sido proclamado como vencedor de las IX JUSTAS POÉTICAS EN HONOR DEL VENERABLE FRAY DOMINGO ANADÓN.
Mi más sincero agradecimiento a la Asociación TRASSIERRA por el trato exquisito que nos han dispensado, pendientes de todos los detalles, y por esa cena "exaltación del adobo" de la que hemos dado tan buena cuenta.
Mi enhorabuena también a los demás poetas finalistas.
A LA LUZ TENUE DE LAS TEAS.
Para despertar magines
al resol de las leyendas
que redecoran semblanzas
en las noches sin estrellas
bajo antorchas encendidas,
a la luz tenue de las teas…
Para avivar fantasías
y regocijarse en ellas,
y revivir sus andanzas
en las estrofas eternas
¡oigan lo que va a contarles
este ciego que ve a medias!
Es la historia de Anadón,
el limosnero en Valencia
del convento dominico,
fray Domingo por más señas,
el mejor hijo de Loscos,
¡no se vayan de esta iglesia,
señoras y caballeros,
asociados de Trassierra,
sin atender los romances
donde se glosa su herencia!
De caridad y servicio
ejemplo siempre sin tregua
para esbozar sus hazañas
¡despejen bien las orejas,
el alma dejen a oscuras,
cual noche de luna nueva,
y paladeen las estrofas
del trovador que las cuenta!
Con un millar por delante
corría el quinientos treinta
cuando en la calle El Moral,
en una familia sin renta,
nació Domingo Anadón,
el de mirada serena,
el de espíritu admirable,
el refugio de las penas.
Huérfanos pronto quedaron
los ocho hermanos que eran,
con un breve pegujal
llamado estajo de
ovejas
al cuido del
venerable
en los prados de la
Sierra.
Pastorcico con su
hermano
pronto lo llamó la
letra
y quiso acercarse a
Dios
a través de sus
profetas
para entregarse de
lleno
a repartir sus
prebendas.
Oración y
misericordia
como norma y como
lema
le hicieron
imprescindible
entre los siervos
de gleba,
entre los monjes
hermanos
y hasta en la
propia nobleza.
Se le atribuyen
milagros
generosos por
doquiera:
multiplicaba los
panes
para paliar las
miserias
y curaba a los
enfermos
que acudían a su
vera.
O en el paraje de
los Olmos
cuando con su
cayado en tierra
afloró una fuente
inagotable,
la que nunca se vio
seca.
Y falleció el Venerable
una velada en
Valencia
tras setenta y
pocos años
mitigando la
pobreza
de los más
menesterosos,
de humilde
naturaleza,
en olor de
santidad,
aceptando la
encomienda
de profesar la
limosna
y remediar las
tristezas
tras recibir la
visita
del santo Juan de
Ribera.
Y entregó su aliento
a Dios
aquella misma
vesperta,
con la oración en
los labios
aquilatando sus
creencias,
con la sonrisa en
el rostro
y en su entraña la
entereza
de haber cumplido
el encargo
hecho por la Providencia.
Y aquí se acaba la
historia,
a la luz tenue de las teas,
del dominico de Loscos,
fray Domingo por más señas,
el Venerable Anadón,
en las estrofas eternas
que acaba de relatar,
con ilusión y torpeza
a partes proporcionales,
este ciego que ve a medias.
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