Bienvenidos a mi blog. Si os gusta la literatura, en él podéis encontrar algunos poemas y relatos y contactar conmigo. Responderé sugerencias y comentarios en eettss@gmail.com.
IGLESIA DE SAN PABLO DE ÚBEDA
Iglesia de San Pablo (ÚBEDA)
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lunes, 26 de diciembre de 2022
BALANCE 2022
lunes, 12 de diciembre de 2022
PREMIO DE RELATO EN BEMBIBRE
Se recibieron más de 120 relatos y se han premiado tres de ellos:
3º La última luz, de Carmen Rey Díaz
2º El Señorito, de Esteban Torres Sagra
1º La penúltima estación, de Miguel Nombela Blázquez.
EL
SEÑORITO
Miraba
siempre como si brindase un toro a la concurrencia. Su pañuelo de seda burdeos
-que en él quedaba varonil- en otro hubiera sido una señal de afeminamiento.
Talle
de novillero y pelo ensortijado hasta descansar sus anillos donde empieza el atril
de los hombros. Ojos del color de las entrañas de la mina. Brazos barnizados de
luna nueva o de soles viejos, en todo caso músculos engastados en bronce y chicuelinas.
Le
gustaba escanciar en sus labios, a la vista de todos, un trago generoso de
coñac de una preciosa petaca plateada en la que destacaban unas iniciales enredadas
que nadie pudo descifrar.
Sendos
hoyuelos de bocamina se formaban en sus comisuras al reír, y su nariz, estrecha
hasta lo imponderable, era más fina que el canto de una peseta.
Y
de nombre… ¡ay! nadie supo su nombre jamás; aunque, como había que llamarlo de
alguna forma, la voz popular se inventó un mote, un alias vulgar con retintín
de daga. Se le conocía en toda la cuenca como “el Señorito” y, cada vez que
alguien lo pronunciaba sin advertir su presencia y luego lo descubría
clavándole las pupilas, le pedía perdón al instante con esa mirada de niño arrepentido
tras ser sorprendido en una desobediencia grave.
Estaban
prendadas de él al menos seis mujeres de bandera, casadas y ricas, a quienes
hacía el rendibú, y un sinfín de solteras de todas las condiciones imaginables,
a las que galanteaba por igual y sin exclusiva.
Él
no se comedía y gustaba de exhibirse también con hembras forasteras que
encendían fósforos de deseo a su paso entre los mirones y envidia rijosa entre
las mujeres que llevaban guardada una carta suya por dentro de los sostenes.
Y
el mismo arte que desplegaba en la seducción se gastaba como barrenero de la
Compañía, su especialidad. Por eso no duraba demasiado tiempo en ningún sitio y
deambulaba por la estribación montañosa de una explotación a otra, atendiendo
las necesidades de cada empresa cuando se hacía necesario su concurso.
Cobraba
un potosí porque se jugaba la vida todos los días con aquellos explosivos del
demonio. Y todo lo que ganaba, siguiendo la misma ley de la mina, lo gastaba en
parrandas, en locales de vicio y con los naipes.
La
mañana del veintidós de septiembre amaneció con luz de funeral, lo dijo el
Tuerto nada más encarar el saliente con su ojo íntegro. Y los presagios suenan
en la mina a evangelio cuando los pronuncia un picador, viejo y curtido en mil
pozos, como el Tuerto.
El
“Señorito” no había dormido aquella noche, como muchas otras, en la cabaña que
tenía asignada al lado de la del ingeniero y enfrente de los barracones de los
demás mineros. Tal vez por eso no oyó la frase y tal vez por eso irradiaba
optimismo cuando se cargó la dinamita al hombro y se encaminó hacia la cabria. No
habría pasado ni media hora cuando una explosión sorda, proveniente de los
entresijos de la tierra, retumbó por los oídos de los mineros que aguardaban en
el perímetro de exclusión trazado por el capataz.
Poco
después se movió la montaña como si corriera con sus toneladas una cortina de
polvo para tapar muy deprisa el esófago de aquel terraplén roído por la
carcoma. Era imposible que le hubiese dado tiempo a salir antes del derrumbe.
Imposible totalmente.
Se
dispusieron para escarbar en cuanto la polvareda se posase, más por una inercia
solidaría aprendida en tantos años de oficio que por la posibilidad de rescatar
con hálito al barrenero.
A
varios cientos de kilómetros de allí, unos días después, un forastero, recién
llegado, paseaba su garbo por el bulevar. Todas las miradas se posaron en su
talle esbelto y él, con un pañuelo de seda burdeos anudado al cuello y un traje
de alpaca gris, pavoneó sus ojos sobre la concurrencia, como si brindase un
toro; bebió un trago generoso de coñac de una preciosa petaca plateada en la
que destacaban unas iniciales que nadie pudo descifrar e incendió el corazón de
varias mujeres con su sonrisa pirómana, hasta que la tarde se perdió,
silenciosa, por los hoyuelos de sus comisuras.
No
era la primera vez, ni sería la última, que “El Señorito” moría en un accidente de la mina para dejar atrás deudas de juego,
pendencias celosas e hijos bastardos sin reconocer.
FIN
domingo, 27 de noviembre de 2022
POEMAS PREMIADOS EN VALDEPEÑAS 2022
FOTO DE FAMILIA CON TODOS LOS PREMIADOS Y MIEMBROS DE "EL TRASCACHO"
SÍMBOLO CHILANCO AL POEMA
"PRIMERAS GOTAS DE LLUVIA":
Luna de tiza.Primeros relámpagos.
Más allá del horizonte luz trémula
en el interior de una nube gris y rota.
Pentagrama blando donde escribir canciones
para que se duerman las muchachas tristes
y los fámulos recuerden viejos tiempos.
Hay pequeñas gotas minúsculas, gregarias,
que la gravedad aproxima
-lo nuestro es algo parecido -
y ruedan a sus anchas por las tuberías
hasta un patio sin aire
donde no pueden respirar las anémonas.
Huele a tierra fría.
Tarde de diciembre tras un incendio de pájaros.
Los canalones regurgitan inconsistencias
que guardaban desde lluvias anteriores
con abrazaderas hechas a medida de su carne.
Los niños se despeinan con la luz mortecina
que desprenden las bombillas arrugadas.
La penumbra es viento y el viento es penumbra
donde escuchar historias sobre una rebanada de mugre.
Los carteles crepitan y ponen a prueba sus argollas.
Las mujeres se arrebujan en sus propias migrañas
y un cáliz de sol impertinente dora los rastrojos.
Así es mi sombra, préstamo de oscuridades;
caricia remota en el pedernal de tus párpados,
línea curva en el tramo que va
desde mi boca estragada hasta tus labios húmedos,
de tu areola densa a mi sonrisa dúctil,
de mi respiración a tu diafragma
cuando escampa la casualidad de encontrarnos
en el mismo imponderable, a cada hora,
en esa calma que precede a la llovizna
como otro peldaño vivo en esta escalera turbia,
porque así empiezan siempre las historias románticas,
con cimientos de polen y vientos que ululan;
porque sé que la tormenta hará que proliferen
palabras ridículas, miedos caducados y arquetipos,
y que los guionistas que viven en mi fantasía
buscarán la coyuntura favorable,
la frase deliciosa, el momento propicio
para que me abraces en cada relámpago que fulja,
y escribirán el comentario ideal que encienda
tu sonrisa irreversible, de alto voltaje, en las farolas apagadas,
y harán que pongas punto final a mis delirios,
y ya no tendré más remedio que besarte.
Este encuentro casual entre nosotros, tregua o pacto,
filigrana, o concesión, o entente necesaria,
con las primeras gotas furiosas tiroteando las paredes,
con sus cargas de profundidad y sus medias tintas,
sus acólitos, sus domingos siderales, sus angustias flojas
y el silencio atenuado por otro silencio mayor
que nos va envolviendo para regalo, juntos, ante las visitas,
nos hará distintos y nos hará vulgares,
seremos otros en los mismos cuerpos mojados
aunque la intimidad nos muerda en las yemas del principio
y dibuje con colores mágicos nuestro futuro.
El paraguas -seguro contra la lluvia a todo riesgo-
apenas si aborta precipitadamente tu sonrisa
y desmaquilla el rictus con navajas de juguete.
Gritamos por dentro verdades absolutas.
Juntamos los restos del verano en la escudilla
con la panorámica sensible de las circunstancias
y la hormona disidente haciendo de las suyas.
Con su agua simbólica, y sin demorar el encuentro
más allá de lo estrictamente necesario,
mientras dura el meteoro y la nube descarga
la mercancía de su ira en la cuna de las tejas,
expío la culpa acumulada en tantos años telúricos a solas
y lavo, bajo el cangilón de las canales unísonas,
la costra de rutina que empolvaba mis sueños.
Luna sonámbula.
En el interior de una nube gris y trémula
luces rotas. Pentagrama para un himno
que nos perseguirá siempre.
Más allá del horizonte,
relámpagos de tiza.
SÍMBOLO CENCIBEL AL POEMA:
"TEORÉTICA DEL CALDO"
Soy el aliento de un caldo que desfoga
en la trama del mundo sus caudales
y da color a las confidencias alentadas
por los soportales de su singladura.
Principios esenciales de mi estirpe
desde cualquier landa o tierra traigo
en úvulas que portan componendas;
la Historia, hecha con sangre y con caballos,
acaba incorporándose a las cepas
y alimenta con su ira los terrones
por el sudor de las frentes y las manos,
como atributo ancestral y genuino
para que yo la fermente en Valdepeñas.
A nada renuncio y con nadie arraigo:
yo, que soy milagro austero de raíces
y que me cuajo entre adversidades y renuncias,
desde mi origen humilde en las terreras
a nadie despojo de su secreto íntimo,
por nada traiciono la etiqueta de mi cuna.
Soy el vapor que augura elementos nuevos
sobre la dialéctica confusa de un amigo
que degusta en mi sorbo lentamente
todos los matices de sus sentimientos
y comparte luego las incertidumbres
untadas con aroma de lagares.
Soy el tránsito donde se cuece el signo
cuando no conoces qué decirle con certeza
si te plantea el agobio de una duda
y no aciertas con el dardo de un consejo.
Vino que enjuga y lava las acequias
obturadas del cuerpo y las del alma
cuando os hablo en tono lírico:
mosto caliente que transmuta en cántico,
puente entre colinas de posturas alejadas,
líquido para extrapolar la ausencia
con sus bastiones y sus notas trágicas
al pozo de los miedos interiores.
Siempre os acompaño, en las papilas
que se calientan con mi esencia pura
y en gargantas que dirigen mi tránsito
por los recovecos de la carne y del espíritu.
En motor de las lenguas me transformo,
interferencias detecto y elimino
y, sobre todas las cosas y sentencias,
analizo y demuestro que el instante
vivido a la sombra de mi hálito,
enfrascado el paladar en mi envoltura,
atrincherado en mi sangre panegírica,
es el evento que mejor se recuerda
y avala por sí solo la entelequia
que justifica la falacia de estar vivos.
sábado, 19 de noviembre de 2022
PREMIOS CENCIBEL Y CHILANCO EN VALDEPEÑAS
Es el acto de bienvenida al vino nuevo, que este grupo artístico y literario viene organizando desde 1968 y que da cabida a la entrega del certamen de poesía que también convoca el Trascacho.
El pintor Chema del Fresno realizará la 'exaltación' del vino nuevo. Es el pregón con el que se celebra la llegada de la nueva cosecha, siempre por San Andrés (30 de noviembre), cuando "el vino nuevo viejo es".
En la segunda parte del acto y después de brindar con el vino nuevo, se hará entrega de los premios o símbolos a los ganadores del concurso de poesía.
El jurado de la 53 edición deliberó el pasado jueves.
El símbolo Cencibel, al mejor poema dedicado al vino de Valdepeñas, ha sido para Esteban Torres Sagra, de Úbeda (Jaén), que también se ha hecho con el símbolo Chilanco, de tema libre; el símbolo Jaraíz ha sido para Alonso de Molina, de Almería; el símbolo Pámpanas Amarillas ha correspondido a María Antonia García de León, de Madrid y el símbolo Vino Nuevo ha recaído en Boris Rozas Bayón, de Valladolid.
Integraron el jurado, Ángel Luis Rivas, profesor de filosofía, Paloma Gómez Campos, profesora de lengua y literatura, y Luis Rodríguez Mora, profesor también y cofundador del grupo El Trascacho.
miércoles, 26 de octubre de 2022
PRIMER PREMIO CERTAMEN EPITAFIOS EN MONTURQUE
Al perseguir la fama o el dinero,
el honor o el dorado vellocino,
nunca quise avasallar a nadie.
Pido perdón si herí -sin cuenta darme-
a alguien que se cruzara en mi camino:
yo solo quise ser un hombre bueno.
Entre la tierra que fui y la ceniza que soy
ocurrieron muchas cosas:
pinté de color pétalos de rosas;
la conocí, la amé, os concebimos…
Os mostré el mundo lo mejor que supe
al lado siempre de mi compañera
y un día la enterré en este barbecho oscuro.
Cuando llega la hora de unirme a ella
os dejo capaces de valeros por sí solos.
En paz me voy: volvemos a ser uno.
jueves, 6 de octubre de 2022
PREMIO DE POESÍA EN Alcalá de Henares
Mi poema "LO QUE DUELE"
ha sido merecedor del primer premio de poesía del certamen alcalaíno
"MARIANA ROMERO-ONIEVA"
LO QUE DUELE
Me duelen los inviernos bajo las uralitas,
el frío que fusila a los mendigos,
el granizo sensorial en cada coyuntura;
los cainitas, los sicarios de los cárteles,
los pies descalzos de los niños.
Me duelen los muñones de otros, su carne necrosada;
las prótesis conseguidas por una hermana adolescente
que ofrece su cuerpo a las patrullas;
los padres que cambian a otra hija por una lavadora,
por un camello, por dos cabras que dan pena.
Me duelen las dentaduras sin dueño
ahogadas en un vaso mugriento de tequila
y las viudas que lloran chocolate
mientras mojan galletas en sus lágrimas.
Las moscas que se obstinan en los ojos de los recién nacidos,
las mujeres sin cultura y la cultura sin mujeres;
pero lo que más me duele son los gobiernos
que se escudan en razones geopolíticas
para no intervenir en las masacres...
El médico, visiblemente conmovido
-tras consultar su vademécum-
me ha diagnosticado altruismo crónico,
varios quistes de filantropía
y un tumor benigno de misericordia.
sábado, 13 de agosto de 2022
jueves, 11 de agosto de 2022
PREMIO DE POESÍA EN CÓMPETA
viernes, 17 de junio de 2022
PREMIO DE POESÍA EN PINOS PUENTE
Asiste a la función de idilios
que organiza el recuerdo
para festejar este primer año de distancia,
no de alejamiento,
que eso es otra forma de morirse;
y no te olvides nunca de esgrimir
este episodio de tu estancia
como un resuelo de almíbar
en el pozo sin fondo del pasado,
cita inevitable desde ahora
en toda referencia fidedigna a tu persona
que se precie de plácemes o goces.
Procura que no sea, sólo,
este lúdico ejercicio de memoria
un etéreo pulular de voces que se abrazan
a la quilla del recuerdo omnipresente
y emprenden periplos por la noche:
también ha de ser recuento riguroso
de mágicos abracadabras,
de conceptos que unzan su acervo de historias
a la cabalgadura del júbilo
y te suban, sin quererlo,
a montículos verdes de orfebrerías y quincallas,
insuperables por tu espíritu extranjero,
poco acostumbrado a destilar
el mar en alambiques.
Función que te regrese a los lugares del ancestro
y convierta en sueños tus pesadillas urbanas,
y las transforme en un páramo irrepetible
de vuelos sensoriales y quimeras
del que no desees retornar a la consciencia;
porque no hay, nunca hay
demasiados verbos transitivos,
excusas o ambages,
que justifiquen tanto distanciamiento,
tanto existir cotidiano ajeno al aire del sur,
ajeno a tu estirpe.
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Debe ser la lealtad de uno mismo con un linaje de glosas
y aventuras argentadas,
la lógica vivida que ha instalado en nuestros pabellones
su raigambre de costumbres,
porque, cómo explicar, si no, este abatimiento,
esta lasitud asarmientada,
este desvarío de veletas
en el que todas las inquietudes y todas las expectativas
nos hacen dudar y huir de nosotros mismos
acelerados hacia un burdo solar de pasiones ajenas,
de lujurias ajenas,
cuando, además, obramos según la conciencia heredada.
Quién dijo alguna vez que la primavera inmortaliza.
Pabellones de orgullo
en lontananza solitarios.
La cantera del amor está inextinta,
mas nadie puede explotarla con esta infraestructura,
y lo mismo las minas de la posible riqueza.
Se calcula la magnitud de una derrota por el peso de un abrazo.
Se cuelan por la puerta de atrás de nuestra juventud pretérita
los pormenores ridículos de un contrato imposible:
las exigencias de antaño,
lo que pudo haber sido.
Debimos conocernos al contraluz y su beneplácito,
en otra cultura y otra hora,
con otros vínculos,
y así este peregrinar que hoy termina
hubiera resultado lo que el mar quisiera en su capricho,
siempre el mar,
que nos une y nos separa a su díscolo albedrío.
Puede que sea aliada nuestra la brisa
para esparcir avena sobre el agua,
o que nos perfume el pubis
con su aliento salitre;
que se inicie un laberinto
en el interior de cada hombre
y que podamos amar dentro sus pistilos.
Otro día se pasa sin herirnos
aunque todos hieren desde la distancia.
Apartarás de ti la carne de tu hermano,
al que sólo visitarás en estaciones estivales,
al ritmo laboral y frenético del tráfico
que la profecía os brinde.