Mira Luna,
desde Segura y su Sierra
don Jorge ensarta los versos
con el filo de su pluma
mientras los tibios resoles
cuando atardece en Segura
se acicalan de aceituna
y apagan sus arreboles
para que el niño se duerma.
Mira Luna,
nuestras vidas son los ríos
y nuestras manos los juncos
que sustentan en la orilla
amores y desvaríos,
amor cuando estamos juntos
y cuando duermen locura
si vienen las pesadillas
a la vera de la cuna
a importunar sus asuntos.
Mira Luna,
si decoras el paisaje
de los campos segureños
con nácar de tus adobos,
y deshaces las escarchas,
y blindas el caserío
donde crecen mis retoños
para que los venza el sueño
arrullados por el río,
dispondré un collar de plata
en la Torre de Homenaje
y una pandereta blanca
para que te hagas espejos.
Mira Luna,
si apaciguas los caballos
y silencias sus relinchos
en el sopor de las cuadras,
si acaricias los collados
que circundan el Castillo
y ahuyentas sus alimañas,
te daré flores de mayo
para que te hagas vestidos
con su terciopelo blanco.
Mira Luna,
arría nuestro estandarte
en la cumbre de los cerros,
hilado de seda pura,
que cuando entreabran los ojos
los querubines que velo,
no quiero que sus brocados,
encendidos de plata y oro,
les impidan admirarte
en tu redonda hermosura.
Mira Luna,
los pajarillos del campo
sujetan entre sus picos
los tallos de enredadera
y los posan en mi mano
para que yo le haga un nido
a mi jilguero y se duerma.
Mira Luna,
y al padre de estas criaturas
protégelo en la batalla,
porque en Segura yo sola
moriría de amargura,
incomprendida en la alcoba,
si sus coplas me faltaran.
Mira Luna,
ordena a los luceritos
que juegan sobre tu falda
a esta hora con sus destellos,
que apaguen sus resplandores,
pues mis niños se desvelan
con tantos fulgores gualdas
y despilfarran el sueño.
Mira Luna,
haz a doña Luisa Manrique,
la del color de la miel,
comendadora de hiniestas,
que alguna grácil alondra
derrame sobre sus ojos
celosías de ataurique
y estrellitas de papel,
para que aguante la siesta
y se cumplan sus antojos
hasta que venga la Aurora
y se la lleve de fiesta.
Mira Luna,
y que a don Luis, en los párpados,
se le pare una cigüeña,
portadora de presagios,
que deje la noche en prenda
y que mañana regrese,
cuando mi niño despierte,
a recoger las tinieblas.
FIN
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