Mi poema
"HISTORIA DE UNA MANCHA"
ha obtenido el
SEGUNDO PREMIO
"PABLO ALCALDE HIGUERAS"
en Andújar (Jaén).
Espero que os guste.
HISTORIA DE UNA MANCHA
Crecen por mi pana meteoros de sombra
porque a veces la aceituna revienta como un bicho
con las tripas berenjena
y mancha con su sangre las estrías del silencio;
pero aún más los surcos de la pana
con una pringue espesa que no puede explicarse
sin profanar algún enigma.
Y mi madre lava sin parar aquel aceite
que nunca será aceite,
junto a sábanas y calcetines condenados al trasiego,
y se acuerda de las veces que la llevaron
a limpiar en la criba los tallos del lienzo
y el daño que le hacían las piedras al chocar
con sus dedos infantiles.
Y parece acariciar con su lengua azucarada
manjares de leyenda
-que los sueños sueños son y los recuerdos van y vienen-
en esa media hora del almuerzo
en la que todo le sabía a descubrimiento
y las primeras miradas de mi padre,
observándola en cuclillas,
le pusieron a hervir el puchero dormido
que ocultaba en su refajo.
Luego me cuenta la historia de su beso
-o como quiera que se llame aquel roce furtivo-
a la vera de un olivo centenario,
en esta, su amada tierra nativa
que no cambiaría por ningún otro sitio,
mientras restriega los vestigios en la tela
con un trozo cuadrado de jabón
y en el vitral de sus ojos recompone
la escena de un muchacho,
hosco ademán y barba híspida,
que nunca fue muy diestro en el arte del ósculo
y mucho menos por entonces.
Luego me cambio el pantalón y regreso a mi faena
antes que el arrebol incendie los olivos
con su pátina de ámbar. Me gusta mirar
los árboles desfilar al tresbolillo
y pararme a tronchar del todo alguna rama
que poco a poco se seca, rompe la monogamia del color
y ensucia la perspectiva con su hondo presagio.
Si miro atrás, el sosiego se enarbola:
una paz de milenios entumece la carne
cuando el sol se arrebuja a mi espalda
y hace que me sienta el portavoz de una estirpe
de nobles campesinos por más de mil años.
Hacia poniente, el pueblo se dibuja,
perlado de luces, en entrañable cromo:
allí me espera el hogar, la esperanza, el amor,
la gente que discrimina mis mismos olores
y huele a barbecho cuando se queda dormida;
y conoce cómo vadear, cuando vienen crecidos,
los virulentos arroyos de agua escarlata;
la que sabe cómo se prende una lumbre entre olivos
sin chamuscar las costeras, según sople el aire;
la que liba mi mismo AOVE temprano
en una tostada con ajo, y disfruta, como yo,
al derretirse el relente sin quemar los rebrotes;
la que amontona pestugas en el centro del hilo
como haces paralelos que llevar a sus cabras,
la que nunca se enfada porque llueva mucho
y sólo teme a la lluvia si viene preñada
con relámpagos de esos que iluminan la noche;
gente que ama sin haber oído nunca la palabra libido
y a veces se mancha con las tripas berenjena
de un bicho con forma de aceituna
los pantalones de pana
cuando acude a un romántico encuentro,
a la sombra de un álabe,
con una compañía misteriosa
a quien el híspido roce de sus labios le parece
el mejor de los besos.
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