LAS RAZONES DE ALICIA
Os hablo de una niña
enigmática y transparente,
añil a veces, otras
pedernal, otras teatro;
rastrojo siempre
entre las buganvillas
como un manantial que
brega en la espesura,
a la que le crecen
los jerseys por las bocamangas
y fagocitan sus manos
de pianista
cada vez que se rompe
un erlenmeyer.
Tiene dedos de pluma
estilográfica
que afila con piedras
lunares todo el rato,
y una belleza
descatalogada,
y un peluche
hilvanado a una mirada triste...
Se trata de una niña
escapada de la edad
con un alijo de
estrofas amarillas
en un neceser de extravagancias,
sofisticada en mitad
del plenilunio,
con ese retazo de
apatía que define un carácter,
una estética llevada
a consecuencias nocivas
o una aureola de
energía fuera de la carta.
Casi no duerme ningún
sábado
y yo me la imagino
bautizando galaxias
desde un ojo
panorámico, cenital,
y anotando sus
nombres en un palimpsesto
con un diente
barbitúrico.
A veces me defrauda
como me defrauda un paisaje,
como una novela que
incumple sus promesas,
pero las más saca una
guadaña afilada
y con sus manos
endebles, capilares, indecisas,
de un sólo tajo
incongruente degüella la rutina,
triza una bolsa del
supermercado más próximo
o taladra un pellejo
de vino pálido.
Sigue enamorada de un
hombre extraordinario
que ya no está entre
nosotros,
por eso su amor se
convierte en un dolor
(sin vacunas,
por eso se hace
mariposa de tela en los estuches
y vaga por los
incunables
libando verbos
esdrújulos con su saliva seca.
Huele a plantas
medicinales y a infusión perpetua,
a almendras que se
estrujan sobre campos
(de obsidiana…
y no sé de dónde saca
los mitones
y esas prendas de otro
siglo que luce en los retratos.
Se vuelve loca cuando
se disfraza de otoño
y entonces hila
palabras con una
(escofina demagógica
en un argot
decadente.
Se sabe de memoria
todos los libros de Robert
(Graves:
de hecho los lleva
fotocopiados en miniatura
en el desván de su
retina
y en un milisegundo puede
encontrar el fragmento
(que busca
y señalarlo con una
pestaña.
Es poeta sin
pretenderlo,
casi por naturaleza,
casi sin querer,
como son alondras
algunos pájaros
por el mero hecho de
nacer en determinados nidos,
como una cosecha sale
excelente
tras una conjunción
de irrepetibles,
como la magia elige
sin proponérselo
un verso de Rilke en
un mar de versos...
La ponen las citas y
los balandros:
las citas ciegas de
escritores malditos, por supuesto,
los balandros
inútiles que se hunden en un lago
(escarlata.
A título personal - y
en cierto sentido - le debo la
(vida:
Ella abrió una
ventana en el sótano de mi estulticia
por donde entraron
estatuas de caballos clásicos
y sinfonías, teteras
imposibles y escafandras,
chaquetas de cheviot,
tijeras de podar matices,
cacharros rescatados
en el naufragio de Gulliver
y un código secreto
para entender
las razones de Alicia.