Paca está entre los sesenta y los setenta años, en esa edad en la que los achaques pesan tanto como los recuerdos y no sabe uno si está para dar o para pedir asistencia, para pedir o para dar consejos, según los días y el tiempo, principalmente.
Paca no existe, pero está entre nosotros. Nadie la conoce, pero todos nos hemos cruzado con ella en algún velatorio o en alguna verbena.
Se ha muerto Cosme hace un rato y la vela del cuerpo se ha dispuesto en la misma casa, como viene siendo tradicional en todos los pueblos jiennenses desde tiempos inmemoriales, y en los que, poco a poco, se van imponiendo los tanatorios, más cómodos y con mejores servicios, pero con una asepsia que raya el proceso industrial. Paca es espontánea y muy dicharachera, una cocinera excelente y una aficionada sin parangón a mover la lengua, por lo que en el pueblo es conocida con el apodo de La Muda, pues ya se sabe que la ironía en el bautizo de los alias es moneda común en el imaginario castizo. Y la sabiduría popular es muy certera a la hora de tildar a alguien con un mote:
- No preocuparse, Ernestina, que la nena y yo hemos dispuesto un calderillo a cocer caldo con unos huesos del jamón sin apurar y dos caramanchones de las gallina vieja, de las mías, que ya no ponían las mu putas y he dicho yo pa mí: “pos las sacrifico y pa hacer sopa” sin saber yo que este duelo estaba escrito tan cercano, en mi mismica puerta, ¡válgame el Señor! en cuanto sos apetezca lo decís y la servimos en la cocinilla, que el consomé consuela el estrago de los cuerpos, si lo sabré yo… y después unos bisteses de pechuga a la plancha y unas almóndigas de pollo revueltas con jabalín- Paca siempre dice “jabalín” por más que la corrijas - recién muerto, mejorando lo presente, y de postre unas natillas de flanín y galletas caseras y una jícara de leche tibia con unos borrachuelos, que la noche es mu larga y las penas con pan son menos penas, con perdón, que yo sé que lo sentís mucho...
Los dolientes sos vais turnando y así no se queda solo, el probe, con lo bueno que ha sío patoel mundo... Se van los mejores...¡Qué lástima más grande, Señor! ¡qué lastimica más grande! - Paca se saca un pañuelo de la bocamanga de la rebeca y con el pico se hurga el lacrimal, como un zahorí, buscando agua sin conseguirlo - Lo que yo digo, que si sos acostáis un rato tampoco pasa na, si lo que teníais que hacer por el defunto ya lo hicisteis con creces estos últimos meses. En fin, ¡qué poca cosa semos! ¡hay que ver, tanto trajín pa na, ¡pa na!, pa terminar tos, ricos y probes, tuertos y derechos, güenos y malos, en el Corral de los Quietos! ¡Ayyy!
Tras una pausa de apenas diez segundos, Paca prosigue su charla con la viuda:
-¡Vaya caja más elegantona, hija, se nota que os habéis esmerao!, ¿o es que la paga Santa Lucía..? Es de pino bueno, ¿eh?... Tú, si no quieres pechuga que es más seca pala trágala, pos yo te traigo un plato de arroz cardoso de mediodía, que me ha salío que resucita a un muerto, con perdón... ¿No ves? si sabía que me se olvidaba algo, ¡la bebía! ahora mismico mando a la nena a comprar un sifón y un cartón de vino en lo de la Rosalía... ¿Qué te estaba yo diciendo? ¡Ah, sí,! ¿Va a venir tu prima, la Engracia, al final? ¿Dónde vivía…? ¿No era en Villadolid?... Tú no te sofoques: Si no viene no se lo tengas en cuenta, y si viene le plantas dos besos en mitad de la cara y aquí paz y después gloria, que no hay que darle cuartos al pregonero y estará toel mundo al pendiente, que las discursiones entre familias hay que olvidarlas en las ocasiones señalás como ésta y el que más y el que menos tenemos lo nuestro, que “en toas las casa cuecen habas, y en la mía a calderás”, y si hay una buena herencia de por medio ya se sabe; que estuvo feo lo que hizo, pues en eso estamos, feo no, fiísimo, lo decía todo el pueblo, por eso ella va a ser siempre una desperdiciá, una sin lustre, y encima a mí me mira por encima del hombro, la mu vanidosa, desde que me la eché en cara y le canté las verdades del barquero cuando aquello... Este tabicón lo tenías que tirar y te se quedaba una salita ni más primorosa, ahí ponías tú el arcón que te dejó tu abuela, el de las asas dorás y los labraos, y allí la tarima con su mesa y su braserico y tan ricamente, aunque a las obras les tengo puesta la cruz, me dan grima los de la artesilla, y ya no es lo que valen, ¡un potosín! - ¡Sí!, Paca tiene un problema grave con las “íes” al final de la palabra - que también, es como te lo dejan to, que luego te ties que escojonar otras dos semanas pa escaporrarlo un poco... ¡Qué gentío está viniendo, hija! y eso que se ha muerto, Ave María Purísima, a una hora mu mala, después del mercaillo, y no se ha corrío la noticia, que si llega a ser por la mañana ahora mismo se había abocicao aquí más de un ciento de creaturas... Me he visto negra pa localizar al cura, porque yo, en cuanto que lo he visto sin color, amarillo como un limón, pajizo como una alpaca, a medio día me lo he olío, me se ha puesto aquí -y se señala la nariz con cara de repugnancia - que no pasaba de hoy, y encima como no le teníais puesto la bombona del orsígeno, que si no os conociera, hija, cualquiera diría que estabais deseando facturarlo, ganas de que se fuese prontico; menos mal que yo sé la sangre tan noble que sos corre por las venas... y por eso le he pedío el teléfono a la nena, pero no estaba en su casa, el cura, digo, y he mandao al chiquillo de la Vicenta a que diera una restribá por las tascas y anca la Espatarrá, que está mu malica desde que le dio el paralís en las piernas y yo me creo que no va a llegar ni a cobrar la vejez, después de pagar los sellos tantos años, la probetica, que es un año más nueva que mi hermana Grabiela, figúrate... El hombre venía por la acera del horno y el zagal le ha referío mi encomienda: Que se llegase a la iglesia a por el óleo y las vestimentas para dar la extremunción, y en dos saltos ya has visto que se ha presentao con tiempo de sobra... a mi madre, bien te acuerdas, le dimos la extremunción diez veces u más, aunque decía don Paulino que no hacía falta, yo me empeñé y cuando me parecía que se estaba apagando le mandaba recao... ¡Ah, cucha!, ¿no te has enterao...?, claro, tú con esto no te has enterao, no te has enterao, no te has enterao… qué te vas a enterar tú con la que te ha caído, bastante que llevas lo tuyo, bastantico... ¡que tenemos otro intierro mañana!, lo que no sé es la hora, meses enteros sin que se muera un cristiano y mañana se nos juntan dos sipelios, el de tu marío, que Dios lo haya acogío ya en su Gloria, - Paca se santigua tres veces mirando al techo, más pendiente de descubrir alguna telaraña que de buscar al Espíritu Santo- y el de la Pepitilla, sí hija, la Pepitilla, La Lenteja, la que vive, bueno, la que vivía en la Cuesta de Santa Fulgencia; resulta ser que la mujer estaba pachucha, eso sí lo sabes, con lo suyo, y de unos días a esta parte más, con los trajines de la boda de la nieta y tanta gente saliendo y entrando, que ella lo que requería era tranquilidad y las cosas a su tiempo: su sopa, su papilla, su pañal, sus pastillas... Pero morirse asín tiene mala sombra, mu mala sombra tiene morirse en un día asín: La nieta vestía de blanco camino del altar y la abuela en el coche hasta con una peina teja, que hay que tener valor para presentar semejante fantoche, ya conoces lo pintureras que son estas Lentejas y lo chabacanas, lo sin gusto... ya ves tú, por no decir lo que no se debe, pero estoy segura que se ha muerto en el viaje o antes de salir encluso, porque en la Misa no ha estao, y que no han dicho na hasta que no se ha terminao el convite por no fastidiar la cosa. Pues pa mí que la han dejao en el coche, ya de cuerpo presente, y le habrán puesto el aire acondicionao pa que aguantase unas horas con el motor en marcha sin goler y no se cociese, segura estoy como que hoy es domingo y si me equivoco que me se sequen las entrañas y mi nieto ciegue, y luego en qué se han visto pa sacar a la mujer del asiento, se ve que las coyonturas se le han quedao tiesas, agarrotás, como régidas, con rigormorten de ese, y han tenío que esfaratar la puerta del coche pa sacarla como un cuatro, mismamente como un cuatro... Si te gusta más le podemos hacer unos tostones al consomé, que eso no cuesta trabajo, mujer, que aquí estamos las vecinas pa lo que sea menester, que ya sabes que hemos sío toa la vida como familia, qué digo, más que familia, si tu madre y la mía ya iban juntas a lavar al río y mocearon a la par y nunca ni una mala discusión, ni una pelea siquiera, ni por novios, ni por la Guerra, ni por na, cada una en un bando de la Guerra y ni por esas, y mira que motivos siempre hay... porque no te lo iba a decir, no te lo tomes a mal, Ernestina, pero mira, ya que ha relucío el tema de conversación te voy a tener las quejas... no me sentó mu bien que dijeras que mi chiquilla era floja de pernios cuando se quedó preñá, ¿a quién no le puede pasar en estos tiempos? La juventud no hace caso de naide y por más advertía que estaba se descuidió con el gañán de mi yerno y mira ahora... en fin que no merece la pena sacar rencillas y menos hoy y entre nosotras... ¡mira que nieto tengo, que es un sol, un ángel!, y eso que su padre... ¡Oye!, antes que me se orvide, me ha preguntao mi hombre que si lo vais a enterrar en el pantión que hizo tu abuelo Nicasio o en un nicho de obra, común y corriente, de los del Ayuntamiento. Te lo digo porque se acerque él y le dé una restribá antes al sitio que decidáis y se lleve unos rasillones y un par de sacos de yeso, y por si tiene que descorrer la lápida y no puede él solo, aunque Martín no creo yo que se presente sin naide en el cimenterio, con lo mariconazo que es. Mu hombre, pero mu mariconazo pa cuando hay ataúles de por medio. Si me pides parecer, yo creo que está mejor ahí, con tu familia, que después de lo que pasó el infeliz con tu madre desde que dijo de quererte, me río yo de otra romería con más santos, hay que ver la de feos que le hicieron y lo poco en consideración que lo han tenío en tu casa a este hombre desde que os casasteis, porque tú misma tampoco lo has hecho de respetar ante ellos, reconócelo, y ahora mejor asín, los dos junticos en la misma tumba por la eternidad de las eternidades, amén Jesús…
Paca vuelve a persignarse y acto seguido se agarra del bracete de la hija mayor del fallecido y de Ernestina, que se llama igual que su madre, y se va con ella, pasillo adentro, diciéndole: - ¡No preocuparse, Ernestina, que la nena y yo hemos dispuesto un calderillo a cocer caldo…! FIN